Entidades de Iglesia denuncian que muchas mujeres «se enfrentan a jornadas extensas, salarios bajos y despidos arbitrarios»
La iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) advierte de que la economía sumergida tiene un impacto del 18 % en el PIB
La iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) ha denunciado la «desigualdad, explotación y precariedad» que afecta a las mujeres, con motivo del Día Internacional de la Mujer que se celebra el próximo sábado 8 de marzo. La plataforma está integrada por Cáritas, la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), Justicia y Paz, la Juventud Estudiante Católica (JEC) y la Juventud Obrera Cristiana (JOC).
Todas ellas han advertido en un manifiesto que muchas trabajadoras en empleos informales «se enfrentan a jornadas extensas, salarios bajos y despidos arbitrarios». La situación es aún más grave, señalan, «para las mujeres migrantes, quienes, debido a barreras administrativas, racismo y xenofobia, se ven obligadas a aceptar empleos informales». Además, «muchas enfrentan riesgos de trata y explotación sexual», señalan en el texto.
Se estima que el 56 % de las trabajadoras del hogar son de nacionalidad extranjera, según datos de OXFAM-Intermón recogidos por Europa Press. De todas ellas, 70.000 tienen un empleo irregular. Ante esta situación, desde la ITD advierten que la economía sumergida impide que muchas mujeres accedan a empleos justos y equitativos, obligándolas a aceptar condiciones abusivas, sin contratos ni protección social. Cabe destacar que el 18 % del PIB proviene de la economía sumergida, según estas organizaciones.
Para atajar esta situación, las entidades que conforman la ITD proponen medidas como: la regularización laboral en sectores como el doméstico, agrícola y de servicios; el fortalecimiento de la inspección laboral para combatir abusos y explotación; y la regularización de personas migrantes, garantizando derechos laborales y sociales.
También proponen la formación y capacitación para mejorar el acceso a empleos de calidad; el acompañamiento pastoral y social, «con un compromiso firme de la Iglesia» en la defensa de las trabajadoras más vulnerables, y la conciliación y corresponsabilidad, promoviendo políticas que equilibren la vida laboral y familiar. «Sigamos luchando por un mundo donde el trabajo sea una fuente de vida plena y donde ninguna mujer sea invisible», concluye el manifiesto.