Encuentro europeo de Taizé en Roma. Corresponsables de la Iglesia - Alfa y Omega

Encuentro europeo de Taizé en Roma. Corresponsables de la Iglesia

Por cuarta vez, un Papa acogió en Roma a los jóvenes convocados por la Comunidad ecuménica de Taizé para su encuentro europeo anual. Benedicto XVI animó a los jóvenes a aprovechar esos días de oración para decir a Cristo, y volver a casa sabiéndose «corresponsables de su Iglesia», sea cual sea su confesión

María Martínez López
El Papa Benedicto XVI saluda a los jóvenes convocados por la Comunidad de Taizé, en la Plaza de San Pedro, el pasado 29 de diciembre.

Los 40.000 jóvenes que participaron en el Encuentro europeo de Taizé en Roma, dejaron la Ciudad Eterna el pasado 2 de enero con una tarea: Ahondar en las fuentes de la confianza en Dios. Es el lema que esta comunidad ecuménica ha elegido para trabajar durante 2013, hasta el próximo Encuentro europeo, en Estrasburgo. Así, de encuentro en encuentro –en Europa y en otros continentes–, avanza su Peregrinación de confianza por la tierra.

Uno de los momentos clave de la cita de este año fue la Vigilia de oración con el Papa, en la Plaza de San Pedro. Recordando lo que en su día dijo el Beato Juan Pablo II, Benedicto XVI aseguró que «el Papa se siente profundamente comprometido con vosotros en esta Peregrinación de confianza por la tierra… También yo estoy llamado a ser un peregrino de la confianza en nombre de Cristo».

La comunidad de Taizé nació tras la Segunda Guerra Mundial, en la Borgoña francesa, para promover la unidad y la reconciliación entre las Iglesias cristianas a través de la oración. Al poco tiempo, comenzó a acoger a jóvenes que, por cientos y luego por miles, buscaban en ella un lugar de silencio y oración. La convivencia con coetáneos de otras confesiones era una siembra destinada a dar fruto al volver a casa. En 1978, nació la Peregrinación de confianza. En estos encuentros, los jóvenes conocen la realidad de las comunidades cristianas que los acogen, y con las que celebran el Año Nuevo. También participan en diversos talleres, y cada día se reúnen por miles para rezar. Este año, el escenario era de lujo: las principales basílicas y templos de la Ciudad Eterna.

Como explicó el hermano Alois al Papa en San Pedro, el «deseo de comunicar el Evangelio a los jóvenes en particular» se convirtió en el legado del hermano Roger, su fundador. «Era profundamente consciente de que las divisiones entre los cristianos son una barrera para la transmisión de la fe». Taizé no es un lugar para el diálogo teológico, sino para la reconciliación a través de la oración común. «Este ecumenismo de la oración –añadió– no alienta una tolerancia fácil. Promueve la escucha mutua, que es exigente, y un verdadero diálogo».

Una respuesta en libertad

Durante su homilía, el Papa invitó a los jóvenes a dar a Cristo «una respuesta que venga no de la obligación ni del miedo, sino de vuestra profunda libertad», pues así «vuestra vida encontrará su sentido más fuerte». El Santo Padre reconoció que hay momentos en que este «puede hacerse difícil. ¡Pero esta duda no hace de vosotros no creyentes! Jesús no ha rechazado al hombre del Evangelio que gritó: Tengo fe pero dudo. ¡Ayúdame!» En esos momentos –continuó–, Dios «nos da a todos la alegría y el consuelo de la comunión de la Iglesia». Por ello, les animó a descubrir, al volver a casa, «que Dios os hace corresponsables de su Iglesia».

El de este año no es el primer Encuentro europeo de Taizé que se celebra en Roma. Los otros tres, que tuvieron lugar en 1980, 1982 y 1987, son una prueba de la relación de amistad que siempre ha existido entre la Santa Sede y Taizé. La Comunidad se considera, en gran medida, deudora del Concilio Vaticano II. El hermano Roger y el Beato Juan XXIII sentían una gran afinidad mutua, que fue –contó en su día el cardenal Marty, arzobispo de París– la que animó al Beato a invitar a observadores no católicos al Concilio. Por su parte, el Hermano Roger consideraba al Papa bueno como el verdadero fundador de su comunidad.

Al encuentro en Roma se han unido, a través de mensajes, los líderes de las principales confesiones cristianas. El Patriarca Bartolomé de Constantinopla subrayaba en su mensaje que, «si podemos decir que el ecumenismo no está detenido, es ante todo porque es impulsado por la fuerza vital de vuestra juventud». Una juventud –añadía– que es también «combate contra una mirada demasiado cínica de la vida».