Encerrado con 13 refugiados - Alfa y Omega

Encerrado con 13 refugiados

Begoña Aragoneses
Refugiados acogidos en uno de los centros de la Mesa por la Hospitalidad
Refugiados acogidos en uno de los centros de la Mesa por la Hospitalidad. Foto: Mesa por la Hospitalidad.

Cuando se decretó el Estado de alarma, José Antonio Pardo, con una fuerte vocación misionera y que entonces estaba preparando un viaje a Ruanda, tuvo claro que se confinaría con los refugiados acogidos en uno de los centros de la Mesa por la Hospitalidad de la archidiócesis de Madrid, del que era voluntario.

El centro, siguiendo la máxima de acoger «con calidad y calidez» a inmigrantes y refugiados en situación de emergencia y de calle que no han podido ser atendidos por las administraciones, tenía a 13 hombres y mujeres de diferentes nacionalidades a los que ya no solo había que facilitar cena, cama para dormir y desayuno, como es habitual, sino también la comida y la estancia durante el día.

Con unas vidas en muchos casos muy rotas, José Antonio está siendo para ellos mediador y a veces hasta padre. Habla con cada uno, les ha enseñado a hacer su currículo, han practicado entrevistas de trabajo e incluso les traslada normas básicas de convivencia y de usos y costumbres españolas –«¡ponen el salmorejo a calentar en el microondas!»–. Junto a seis de ellos están participando en Tierra Santa Challenge, una peregrinación virtual de 37 etapas organizada por la Iglesia en La Rioja, lo que propicia además sesiones de catequesis e incluso de geografía e historia.

José Antonio Pardo. Foto: Mesa por la Hospitalidad

En el centro se han organizado por turnos para las tareas de la casa, y ahora que pueden salir «les pido que cumplan las normas, ¡no tienen papeles!». La comida y la cena están garantizadas gracias a una generosa donación, y los desayunos y los básicos los compra José Antonio. Nunca sobra nada porque les hace ser conscientes de la necesidad que hay, algo que ya han podido comprobar: «Este mes ha empezado a venir gente a pedirnos alimentos».

Reconoce que el día a día a veces no es fácil, ya que hay que aunar realidades muy distintas –ha habido dos aislados con coronavirus; ahora dos jóvenes musulmanes están en Ramadán–, pero José Antonio está ganando en paciencia y en aprender a «no juzgar a nadie porque no sabes lo que hay detrás». «Doy muchas gracias a Dios por poderles ayudar», asevera.