El Papa Francisco clama contra la mercantilización del agua - Alfa y Omega

El Papa Francisco clama contra la mercantilización del agua

Ha enviado un mensaje a la FAO con motivo del Día Mundial del Agua, en el que insta a líderes políticos y económicos a promover el cambio de estilos de vida

Redacción
Foto: Manos Unidas / María Eugenia Díaz Calleja

El Papa Francisco ha arremetido este lunes contra la «mercantilización» y la «contaminación» de los recursos hídricos al tiempo que ha instado a habilitar un marco jurídico «vinculante» que regule el acceso a agua potable en todo el planeta, informa Europa Press.

«Es urgente una cobertura jurídica vinculante, un apoyo sistemático y eficaz para que a todas las zonas del planeta llegue, en cantidad y calidad, el agua potable», ha señalado el Papa en un mensaje enviado a la FAO, la agencia de las Naciones Unidas para erradicar el hambre, con ocasión del Día Mundial del Agua. El texto ha sido leído en un vídeomensaje por el secretario de estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin.

Francisco ha instado a los líderes políticos y económicos a «trabajar para terminar con la contaminación de los mares y los ríos, de las corrientes subterráneas y los manantiales» a través de una labor educativa que promueva «el cambio de los estilos de vida» actuales.

Asimismo, ha invitado a dejar de hablar de «consumo» del agua y pasar a hablar de su «uso» sensato. «Porque si alguien tiene agua de sobra, y sin embargo la cuida pensando en la humanidad –ha dicho– es porque ha logrado una altura moral que le permite trascenderse a sí mismo». Por ello, ha instado a vivir «con sobriedad» y a poner en el centro criterios como «la solidaridad» para así emplear el agua «racionalmente, sin despilfarrarla inútilmente».

También a recordado el papel del agua potable y el saneamiento para la reducción de contaminación de alimentos y enfermedades infecciosas: «Muchas, si no la mayoría, de las patologías provocadas por alimentos se originan, de hecho, en la mala calidad del agua utilizada en su producción, procesamiento y preparación».

En Mbuji Mayi ya pueden lavarse las manos

Un año después de que un gesto tan sencillo como lavarse las manos adquiriera un protagonismo inesperado en la vida cotidiana del primer mundo a causa de la pandemia de coronavirus, tres de cada diez personas (más de 2.000 millones) siguen sin tener acceso a agua potable. La mayoría, en países del sur. La ayuda de la Iglesia es, frente a eso, una gota frente a un desierto. Pero una gota que para millones de personas puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte.

Es el caso, por ejemplo, de los habitantes de Mbuji Mayi, en República Democrática del Congo. El misionero salesiano Mario Pérez compartió en los primeros meses de la pandemia cómo «aquí la gente no tiene ni agua». Esta petición de ayuda suscitó la respuesta de Misiones Salesianas, que construyó una serie de fuentes.

No es el único caso. Junto a ellos, 254.000 personas de países como Namibia, Haití, Tanzania, Togo o Colombia han tenido acceso al agua y a instalaciones sanitarias adecuadas en el último año gracia a proyectos de esta entidad; el 25 % de los destinados a la lucha contra la COVID-19.

Una forma de consumir con graves repercusiones

Si se mira a las últimas dos décadas, han sido 100 proyectos, con una inversión de 2,6 millones de euros, que han beneficiado a cuatro millones de personas. «Nuestro compromiso con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 6, mejorar el acceso al agua potable y los saneamientos, es claro. Entendemos que el agua es una prioridad para el desarrollo de las comunidades», ha subrayado Eusebio Muñoz, director de Misiones Salesianas.

En efecto, acceder al agua no es fundamental solo en la lucha contra la pandemia; esta es simplemente un toque de atención sobre un problema en el que raras veces se piensa cuando a uno no le afecta directamente. «Los seres humanos, fundamentalmente en los países más ricos, seguimos sin ser conscientes de que nuestra manera de vivir y de consumir tiene graves repercusiones en las vidas de millones de personas en países con menos recursos», critica desde el departamento de Estudios de Manos Unidas María José Hernando.

1.000 niños al día mueren de diarrea

En África subsahariana, donde habitan 900 millones de personas, «la escasez de agua o el consumo de agua no segura está en la base de muchas enfermedades». Por ejemplo, es una de las principales causas de la mortalidad infantil temprana, entre 0 y 5 años, porque provoca diarreas, fiebres tifoideas y favorece la malaria», explica Victoria Braquehais, misionera con una larga experiencia en la República Democrática del Congo y ahora en Camerún. Estas diarreas, fácilmente prevenibles, causan la muerte a 1.000 niños cada día.

Pero no tener a mano un suministro constante de agua potable «disminuye mucho la calidad de vida» de otras maneras, quizá menos obvias. «En nuestros hospitales atendemos a muchas personas, especialmente a mujeres que padecen problemas de espalda debido a que desde muy jóvenes tienen que transportar los bidones de 20 litros a grandes distancias», añade Braquehais.

Son las mujeres y las niñas las encargadas de esta dura tarea, lo cual las convierte en presas fáciles para los agresores sexuales. En el caso de las niñas, además, «muchas no están escolarizadas» porque tienen que hacerse cargo de esta tarea, que implica no solo desplazamientos de bastantes kilómetros sino «esperas porque los puntos de acceso no son suficientes», explica la misionera. Así, les ocupa gran parte del día. Cuando ya son mujeres adultas, estas ausencias «desestabilizan el hogar».

Otros, de hambre

No es un problema únicamente de cómo están distribuidos los recursos naturales o de falta de infraestructuras. Desde el desierto de la Guajira, en Colombia, Ruth Chaparro lamenta que en los últimos años «miles de niños» del pueblo wayuu «han muerto de hambre porque se agotó el agua» a causa de «un cambio climático producido por causas humanas». Estos fenómenos se producen en todo el mundo, y afectan al sustento de 2.600 millones de personas que dependen directamente de la agricultura. Esta mayor pobreza ya está detrás de algunos movimientos migratorios, y puede provocarlos aún a mayor escala en el futuro.

Foto: María José Pérez Sánchez

Junto a las sequías, la directora de FUCAI, socio local de Manos Unidas, denuncia otro daño al agua porque «otros la derrochan: la usan mal y además secan los ríos y los contaminan». Cita, por ejemplo, un dato de Naciones Unidas que apunta a que el 80 % de las aguas residuales de actividades humanas se vierten sin tratar en los ríos y en el mar, contaminándolos. Por ello, apela a la responsabilidad de todos, empresas, sociedad civil y Estados «para autoprotegernos y proteger el agua».

En los últimos cinco años, Manos Unidas ha aprobado 147 proyectos relacionados con el agua y saneamiento, de los que se han beneficiado 600.000 personas. En ellos, se han invertido 7,3 millones de euros para promover «diversas técnicas: desde sencillas perforaciones hasta captaciones de agua de lluvia, pasando por obras más complejas, según la realidad de cada lugar», explica Hernando. A esto se suma la formación para una buena gestión de los recursos hídricos, la protección de los ecosistemas, y la promoción de la higiene y el saneamiento.