En la XI Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Diez preguntas sobre la Eucaristía - Alfa y Omega

En la XI Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Diez preguntas sobre la Eucaristía

Se cumple un año del Congreso Eucarístico Internacional de Guadalajara (México), con el que se iniciaba el Año de la Eucaristía, convocado por el Papa Juan Pablo II. Ahora pone el broche de oro de su clausura con la celebración de la XI Asamblea del Sínodo de los Obispos, la primera presidida por Benedicto XVI, dedicada a La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia

Redacción
Los discípulos de Emaús reconocen a su Maestro en la fracción del pan. Ivo Dulcic. Museo Vaticano de Arte Moderno.
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¿Por qué la Eucaristía es fuente y cumbre, el centro mismo de la vida cristiana?

«Quisiera subrayar el lazo entre la Eucaristía y la caridad. Caridad —en griego, ágape; en latín, caritas— no significa, ante todo, el acto o el sentimiento benéfico, sino el don espiritual, el amor de Dios que el Espíritu Santo infunde en el corazón humano y que lleva a entregarse a su vez al mismo Dios y al prójimo. Toda la existencia terrena de Jesús, desde su concepción hasta la muerte en la Cruz, fue un acto de amor, hasta el punto de que podemos resumir nuestra fe en estas palabras: Jesus, caritasJesús, amor—. En la Última Cena, sabiendo que había llegado su hora, el divino Maestro ofreció a sus discípulos el ejemplo supremo del amor, lavándoles los pies, y les confió su preciosa herencia, la Eucaristía, en la que se centra todo el misterio pascual, como ha escrito el venerado Papa Juan Pablo II en la encíclica Ecclesia de Eucharistia.

Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo… Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre…: las palabras de Jesús en el Cenáculo anticipan su muerte y manifiestan la conciencia con la que la afrontó, transformándola en don de sí, en el acto de amor que se entrega totalmente. En la Eucaristía, el Señor se nos da con su cuerpo, con su alma y su divinidad, y nosotros nos convertimos en una sola cosa con Él y entre nosotros. Nuestra respuesta a su amor tiene que ser entonces concreta, y tiene que expresarse en una auténtica conversión al amor, en el perdón, en la recíproca acogida y en la atención por las necesidades de todos. La Eucaristía se convierte de este modo en el manantial de la energía espiritual que renueva nuestra vida cada día y, de este modo, renueva al mundo en el amor de Cristo. Ejemplares testigos de este amor son los santos, que han sacado de la Eucaristía la fuerza de una caridad operante y con frecuencia heroica.

Benedicto XVI
Ángelus del 25 de septiembre de 2005

«La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Con razón ha proclamado el Concilio Vaticano II que el Sacrificio eucarístico es fuente y cima de toda la vida cristiana. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo. Por tanto, la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, presente en el Sacramento del altar, en el cual se descubre la plena manifestación de su inmenso amor».

Juan Pablo II
de la encíclica Ecclesia de Eucharistia

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¿Qué frutos cabe esperar de este Sínodo dedicado a la Eucaristía?

«Se espera que el debate sinodal contribuya a descubrir nuevamente la belleza de la Eucaristía, sacrificio, memorial y banquete de Jesucristo, salvador y redentor del mundo. Los fieles esperan orientaciones apropiadas para que sea celebrado más dignamente el sacramento de la Eucaristía, Pan bajado del cielo y ofrecido por Dios Padre en su Hijo Unigénito, para que con más devoción sea adorado el Señor, bajo las especies del pan y del vino, para que sean reforzados los vínculos de unidad y de comunión entre aquellos que se nutren del Cuerpo y Sangre del Señor».

Nikola Eterovic
Arzobispo secretario general del Sínodo de los Obispos

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¿Por qué es el domingo el día por excelencia para la celebración de la Eucaristía?

«En la mañana de Pascua, primero las mujeres, y luego los discípulos, tuvieron la gracia de ver al Señor. Desde entonces supieron que el primer día de la semana, el domingo, sería el día de Él, de Cristo. El día del inicio de la Creación sería el día de la renovación de la Creación. Creación y redención caminan juntas. Por eso es tan importante el domingo. Es bonito que hoy, en muchas culturas, el domingo sea un día libre, o juntamente con el sábado, constituya el denominado fin de semana libre. Pero este tiempo libre permanece vacío si en él no está Dios. ¡Queridos amigos! A veces, en principio, puede resultar incómodo tener que programar en el domingo también la Misa. Pero, si os empeñáis, constataréis más tarde que es exactamente esto lo que le da sentido al tiempo libre. No os dejéis disuadir de participar en la Eucaristía dominical y ayudad también a los demás a descubrirla».

Benedicto XVI
de la homilía de clausura (XX Jornada Mundial de la Juventud, Colonia)

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¿Hay diferencia entre la Misa del domingo y la de los días laborales?

«Todos los días se celebra la Eucaristía. De modo especial, el domingo es el día de la Eucaristía, la Pascua semanal, el día de la Iglesia convocada por el Señor resucitado. Aunque el domingo sea el día más eucarístico de la semana, cada día se celebra la Eucaristía, y se actualiza por lo tanto el misterio pascual de Cristo. De modo magistral lo ha expresado el Papa Juan Pablo II en la encíclica Ecclesia de Eucharistia: La Iglesia vive continuamente del sacrificio redentor, y accede a él no solamente a través de un recuerdo lleno de fe, sino también de un contacto actual, puesto que este sacrificio se hace presente, perpetuándose sacramentalmente en cada comunidad, que lo ofrece por manos del ministro consagrado. De este modo, la Eucaristía aplica a los hombres de hoy la reconciliación obtenida por Cristo una vez por todas para la Humanidad de todos los tiempos.

El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son un único sacrificio. Ya lo decía elocuentemente san Juan Crisóstomo: Nosotros ofrecemos siempre el mismo Cordero, y no uno hoy y otro mañana, sino siempre el mismo. Por esta razón, el sacrificio es siempre uno solo. También nosotros ofrecemos ahora aquella víctima, que se ofreció entonces, y que jamás se consumirá».

Juan Javier Flores Arcas, OSB
Presidente del Pontificio Instituto Litúrgico

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¿Por qué es tan importante seguir las normas de la Liturgia?

«Siento el deber de hacer una acuciante llamada de atención para que se observen con gran fidelidad las normas litúrgicas en la celebración eucarística. Son una expresión concreta de la auténtica eclesialidad de la Eucaristía; éste es su sentido más profundo. La liturgia nunca es propiedad privada de alguien, ni del celebrante, ni de la comunidad en que se celebran los Misterios. El apóstol Pablo tuvo que dirigir duras palabras a la comunidad de Corinto a causa de faltas graves en su celebración eucarística, que llevaron a divisiones y a la formación de facciones. También en nuestros tiempos, la obediencia a las normas litúrgicas y la comunidad que se adecúa a ellas demuestran de manera silenciosa, pero elocuente, su amor por la Iglesia. Precisamente para reforzar este sentido profundo de las normas litúrgicas he solicitado a los Dicasterios competentes de la Curia romana que preparen un documento más específico, incluso con rasgos de carácter jurídico, sobre este tema de gran importancia. A nadie le está permitido infravalorar el Misterio confiado a nuestras manos: éste es demasiado grande para que alguien pueda permitirse tratarlo a su arbitrio personal, lo que no respetaría ni su carácter sagrado ni su dimensión universal».

Juan Pablo II
de la encíclica Ecclesia de Eucharistia

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¿Cuál es el valor de la diversidad en la celebración de la Eucaristía?

«La celebración del sacramento de la Eucaristía se manifiesta en cada país y continente con notable variedad, que resulta evidente si se considera la variedad de tradiciones espirituales o ritos en la Iglesia católica. La diversidad, lejos de debilitar la unidad, revela la riqueza de la Iglesia en la comunión católica, caracterizada por el intercambio de dones y experiencias. Los católicos de tradición latina perciben tal riqueza en la insigne espiritualidad de las Iglesias orientales católicas, como resulta de los Lineamenta y del Instrumentum Laboris realizados expresamente para el Sínodo de los Obispos, a través de las sugerencias remitidas por las Iglesias particulares de todo el mundo, 113 conferencias episcopales, 11 Sínodos de Obispos de las Iglesias Católicas Orientales, 25 dicasterios de la Curia romana, y la Unión de Superiores Generales de Congregaciones y Órdenes religiosas. Análogamente, los cristianos de las tradiciones orientales descubren constantemente el notable patrimonio teológico y espiritual de la tradición latina. Esta actitud tiene también una finalidad ecuménica. En efecto, si la Iglesia católica respira con dos pulmones —y por ello agradece a la Divina Providencia—, también espera el santo día en el cual esa riqueza espiritual podrá ser ampliada y vivificada por una plena y visible unidad con aquellas Iglesias orientales que, aun careciendo de una plena comunión, en buena parte profesan la misma fe en el misterio de Jesucristo Eucaristía».

Nikola Eterovic

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¿Qué condiciones son necesarias para comulgar?

«El catecismo de la Iglesia católica establece: Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar. Deseo, por tanto, reiterar que está vigente, y lo estará siempre en la Iglesia, la norma con la cual el Concilio de Trento ha concretado la severa exhortación del apóstol Pablo, al afirmar que, para recibir dignamente la Eucaristía, debe preceder la confesión de los pecados, cuando uno es consciente de pecado mortal.

La Eucaristía y la Penitencia son dos sacramentos estrechamente vinculados entre sí. La Eucaristía, al hacer presente el sacrificio redentor de la Cruz, perpetuándolo sacramentalmente, significa que de ella se deriva una exigencia continua de conversión, de respuesta personal a la exhortación que san Pablo dirigía a los cristianos de Corinto: En nombre de Cristo, os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios! Así pues, si el cristiano tiene conciencia de un pecado grave, está obligado a seguir el itinerario penitencial, mediante el sacramento de la Reconciliación, para acercarse a la plena participación en el sacrificio eucarístico».

Juan Pablo II
de la encíclica Ecclesia de Eucharistia

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¿Cómo debe iniciarse a los niños en el sacramento de la Comunión?

«Mención particular merece la preparación de los niños a la primera participación eucarística. Esta preparación, que ha de ir precedida de la necesaria catequesis de la Iniciación cristiana, consiste en una verdadera introducción y en un cierto hábito de asistencia a la celebración eucarística, sobre todo del domingo. En efecto, la catequesis sobre la Eucaristía, bien adaptada a la edad y a la capacidad de los niños, debe tender a que conozcan la significación de la Misa por medio de los ritos principales y por las oraciones, incluso en lo que atañe a la participación en la vida de la Iglesia.

Unida a la catequesis sobre la Eucaristía, ha de estar presente también la explicación y la conveniente iniciación en el sacramento de la Penitencia, ya que la experiencia espiritual de la misericordia del Padre forma parte de los elementos gozosos de la preparación de los niños a la Primera Comunión. Cuando se trata de adolescentes que van a recibir el sacramento de la Confirmación, junto al interés por la adecuada formación catequética, es preciso cuidar también que estén incorporados a la vida de la comunidad cristiana, en primer lugar por la participación en la asamblea eucarística dominical de manera habitual. A todos los fieles en general se les debe recordar la íntima relación entre la Eucaristía y la Penitencia, especialmente en lo referente a las disposiciones para acceder a la mesa eucarística».

Conferencia Episcopal Española
de la Instrucción La Eucaristía, alimento del pueblo peregrino

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¿Sigue el mismo Cristo presente en las especies eucarísticas después de la celebración de la Misa?

«La presencia del Señor en el Sacramento ha sido querida por Él mismo para permanecer junto al hombre y alimentarlo con su Cuerpo y Sangre, para quedarse dentro de la comunidad eclesial. La respuesta del hombre es la fe en la presencia real y substancial. Juan Pablo II, en la carta apostólica Mane nobiscum, Domine, para el Año de la Eucaristía, proponía esta síntesis de la doctrina de la presencia de Cristo viviente en su Iglesia: Todos los aspectos de la Eucaristía confluyen en lo que más pone a prueba nuestra fe: el misterio de la presencia «real». Junto con toda la tradición de la Iglesia, nosotros creemos que bajo las especies eucarísticas está realmente Jesús. Una presencia, como explicó muy claramente el Papa Pablo VI, que se llama «real» no por exclusión, como si las otras formas de presencia no fueran reales, sino por antonomasia, porque por medio de ella Cristo se hace sustancialmente presente en la realidad de su Cuerpo y de su Sangre. Por esto, la fe nos pide que, ante la Eucaristía, seamos conscientes de que estamos ante Cristo mismo. La Eucaristía es misterio de presencia, a través del que se realiza de modo supremo la promesa de Jesús de estar con nosotros hasta el final del mundo».

Del Instrumentum laboris para el Sínodo de la Eucaristía

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¿Por qué el Papa ha llamado a María mujer eucarística?

«Si queremos descubrir en toda su riqueza la relación íntima que une Iglesia y Eucaristía, no podemos olvidar a María, Madre y modelo de la Iglesia. En la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, presentando a la Santísima Virgen como maestra en la contemplación del rostro de Cristo, he incluido entre los misterios de la luz también la institución de la Eucaristía. Efectivamente, María puede guiarnos hacia este Santísimo Sacramento porque tiene una relación profunda con Él. María es mujer eucarística con toda su vida. La Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio. Puesto que la Eucaristía es misterio de fe, que supera de tal manera nuestro entendimiento que nos obliga al más puro abandono a la palabra de Dios, nadie como María puede ser apoyo y guía en una actitud como ésta. Repetir el gesto de Cristo en la Última Cena, en cumplimiento de su mandato: ¡Haced esto en conmemoración mía!, se convierte al mismo tiempo en aceptación de la invitación de María a obedecerle sin titubeos: Haced lo que Él os diga. Con la solicitud materna que muestra en las bodas de Caná, María parece decirnos: ¡No dudéis, fiaros de la palabra de mi Hijo!».

Juan Pablo II
de la encíclica Ecclesia de Eucharistia

III Libro Alfa y Omega

Con el título Quédate con nosotros, dentro de la colección Libros Alfa y Omega, se recoge lo más importante de lo publicado en la ya larga vida de nuestro semanario sobre la Eucaristía. Incluye, al comienzo, el texto íntegro de la encíclica Ecclesia de Eucharistia, y al final, la Carta apostólica Mane nobiscum, Domine. Puede adquirirse (así como los libros anteriores de la colección) en librerías, o directamente en nuestra redacción: calle de la Pasa, 3 – 28005 Madrid; Tel. 91 365 18 13; e-mail redaccion@alfayomega.es

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