En Kazajistán la prosperidad ya no justifica todo
Las mayores protestas en el país desde la disolución de la URSS, convertidas en violentos enfrentamientos, suscitan aún muchas preguntas y plantean un futuro incierto
«Por favor, digan lo que está pasando, porque en Occidente les harán caso y a nosotros no». El español José Luis Mumbiela, obispo de Almaty, recibió este encargo el 12 de enero del responsable de la relación con las religiones del Ayuntamiento de la ciudad, la más importante de Kazajistán. Mumbiela le llamó después de que fuera perseguido y recibiera un tiro de fusil por la espalda durante los violentos disturbios en el país, del 5 al 7 de enero, que tuvieron su epicentro en Almaty. Los enfrentamientos se saldaron con 164 fallecidos y hasta 10.000 detenidos. La alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y entidades como Amnistía Internacional han condenado el uso letal de la fuerza (incluida la orden de «disparar a matar») y exigido la puesta en libertad de los detenidos. Al cierre de esta edición se esperaba que el miércoles se terminaran de replegar las fuerzas de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, lideradas por Rusia, después de imponer la calma.
Desde el país, diversas voces relatan a Alfa y Omega la sorpresa por la magnitud de lo ocurrido, porque, aunque las protestas sociales han crecido desde 2019, en general eran minoritarias y rápidamente reprimidas. La situación de derechos humanos «no es terrible como en Tayikistán o Turkmenistán, pero en general aún es bastante dura», con detenciones periódicas de activistas pacíficos y de periodistas, explica a este semanario Kirill Kargapolov, redactor jefe del medio kazajo The village. En los últimos días el Gobierno ha tenido que desautorizar «las detenciones ilegales de transeúntes», si en los controles «la Policía encontraba en sus móviles vídeos de las manifestaciones».
«Muy ricos y muy pobres»
Hasta ahora, a pesar del déficit democrático, el régimen salido hace 30 años de la disolución de la URSS «había conseguido legitimidad con resultados» económicos, explica Alberto Priego, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Comillas. Las grandes «reservas de petróleo y sobre todo de gas» generaron «una cierta prosperidad». Pero «ese dinero no ha llegado a todos». Y cuando con el cambio de año se liberalizó el precio del gas licuado de petróleo, combustible mayoritario, este se duplicó.
Ya antes, por la pandemia, se venía sufriendo una elevada inflación unida a la reducción de los ingresos de muchas personas, añade el misionero palentino Eduardo Calvo, encargado de la Cáritas Diocesana de Almaty. «Hemos notado más peticiones de ayuda». Y, aunque «la gente es muy sufrida», sí «crea descontento que haya unos muy ricos y otros pobres».
El 2 de enero comenzaron las protestas pacíficas en la costa del mar Caspio, que sufre las consecuencias de la extracción del crudo, pero no ve los beneficios. Rápidamente se extendieron por el país. Casi desde el principio, a los ciudadanos descontentos se les sumaron activistas políticos que pedían reformas para salir del régimen oligárquico.
En Kazajistán todo gira en torno a Nursultán Nazarbáyev, presidente desde 1990 (aún dentro de la URSS) hasta 2019. En ese tiempo creó un entramado de élites económicas, políticas e incluso con influencia «en los servicios de seguridad», explica Mumbiela. Se generó un culto a la personalidad que llevó incluso a rebautizar la capital, Astaná, como Nursultán. Tras su salida, ha seguido ejerciendo el poder en la sombra como presidente del Consejo de Seguridad.
¿Un autogolpe de la élite?
Y es en torno a Nazarbáyev donde se concentran las preguntas sobre cómo unas protestas pacíficas se convirtieron en enfrentamientos armados que en pocos días llevaron al presidente, Kassym-Jomart Tokayev, de buscar el diálogo y congelar el precio del combustible a pedir la intervención de Rusia y ordenar «disparar a matar». El periodista Kargapolov subraya el contraste entre el día 4 y el 5. El 4 de enero, las manifestaciones pacíficas en Almaty derivaron en «choques con la Policía, en los que se usaron granadas aturdidoras y gases lacrimógenos». Al día siguiente, cuando ya hubo saqueos, personas armadas con kalashnikovs –muchos robados a la Policía– asaltaron el Ayuntamiento y el aeropuerto, y «prácticamente no había agentes ni militares».
Esto lleva al obispo a creer que detrás de la violencia había «extremistas» islamistas de células que se han dejado crecer, o incluso se han «preparado» por las Fuerzas de Seguridad, porque «eran posibles futuros aliados» de las élites cercanas a Nazarbáyev. Estas, ante una posible pérdida de poder del expresidente, pudieron «organizar una revolución» para amedrentar al Gobierno y que «les garanticen que sus negocios van a mantenerse». Mumbiela interpreta como una consecuencia de esto la decisión de Tokayev de apartar a Nazarbáyev del Consejo de Seguridad y de detener por traición a Karim Massimov, muy cercano al expresidente y alto cargo del Comité de Seguridad Nacional (antigua KGB).
Priego no ve plausible esta hipótesis porque «en estos países hay un control absoluto» que lo habría impedido. Apuesta más bien por que la salida de Nazarbáyev haya podido ser impuesta por Putin tras una pérdida de confianza en la capacidad de su clan de mantener el control en el país. Esto encajaría con su compleja situación de «independencia condicionada, bajo la protección de Rusia», que «apoya a las élites kazajas» a cambio de mantener su influencia y el bienestar del 20 % de la población rusa.
Dentro de Kazajistán sí se ve «posible» la idea de un autogolpe de la élite o una lucha intestina por el poder. Así lo ven tanto el periodista Kargapolov como el activista de los derechos humanos Yevgeniy Zhovtis, este último desde una visión menos positiva sobre Tokayev que el obispo. En entrevista a openDemocracy, explica que, desde su acceso al poder, está intentando «construir una sociedad civil gestionada», un «Estado que escucha», pero todavía controlado.
Para el prelado, Tokayev es alguien «entre dos fuegos; un hombre que tiene que hacer una transición y está solo». Por eso, en un mensaje el día 10, con motivo de la jornada de luto oficial, mostró (como otros líderes religiosos) su apoyo al Gobierno y subrayó que «estamos llamados a colaborar para construir el país de paz y concordia, multiétnico y multirreligioso que soñamos».
19,2 millones de habitantes
Musulmanes, 70,2 %, y cristianos (sobre todo ortodoxos), 26,2 %
7.935 euros