En esta parroquia se hace «artesanía» con los alejados
En el despacho de la Sagrada Familia están «los fieles más amables y acogedores que he encontrado», dice el párroco, que busca desplegar «la pastoral del cariño»
«El Pirulí de Torrespaña es como el campanario de la parroquia, algo que nos identifica», afirma Arturo Portabales, párroco de la Sagrada Familia, que encara estas fiestas navideñas de la mano de la familia que da su nombre al templo. La iglesia se encuentra en el barrio de Fuente del Berro, que toma su nombre de una antigua fuente que abasteció con sus aguas a la Casa Real y de cuya existencia hablan ya documentos del siglo XVII. Los habitantes de esta zona, entre la M-30 y la calle del Doctor Esquerdo, al sur de la plaza de toros de Las Ventas, no tienen un perfil muy marcado, pero se puede decir que la mayoría son españoles; es decir, no es un barrio de absorción de inmigrantes «porque aquí el precio de los alquileres es determinante», dice el párroco. Aun así, aunque el lugar entre dentro de la etiqueta del «barrio de Salamanca», «en realidad es un entorno más modesto».
La urbanización de este lugar se remonta a dos colonias de viviendas que se construyeron en los años 20 del siglo pasado para solaz de la clase media. En los años de la movida madrileña fue el refugio de cantantes y artistas y con los años se ha ido renovando para acoger, junto a sus habitantes de siempre, ya mayores, a familias nuevas con niños, en un perfil mixto que se refleja en los fieles que se pasan con regularidad por la parroquia.
Dentro del territorio que se encarga de cubrir hay cinco colegios. Los sacerdotes colaboran con ellos en la pastoral de catequesis, e incluso algún domingo acuden a sus instalaciones para celebrar la Misa allí por algún motivo especial. A los muchachos más mayores los acompañan mientras se preparan para la Confirmación y, luego, en los grupos que salen de los retiros de Effetá. «Son chicos que quieren dar continuidad a lo que han vivido y crecer en la fe», dice Portabales.
Pero la catequesis no acaba ahí. Desde hace ya años llegan a la parroquia adultos en diferentes situaciones vitales «a los que acompañamos haciendo artesanía». El párroco se refiere al «cuidado exquisito» con el que tratan de recibir a todos. Muchas personas simplemente llaman por teléfono o se presentan en el despacho, «por lo que hemos puesto para recibirlos a la gente más amable y acogedora que he podido encontrar».
Esta pastoral de la acogida y del afecto se despliega en la Sagrada Familia hacia adultos que no fueron bautizados en su día y que con los años han querido acercarse a la fe católica y a otros que se han convertido en retiros de impacto como los de Emaús. Algunos son personas que van a ser madrina o padrino en algún sacramento. Y hay quienes vienen de alguna relación rota y desde la parroquia se los anima a buscar a Dios «dando pasos en la propuesta de vida que les hace la Iglesia».
Para acompañarlos a todos ellos, el párroco busca el apoyo de los laicos, «implicando a todos los que puedo», dice. Menciona a los numerosos seglares que guían a otras personas de modo muy personalizado, «casi como si fueran clases particulares». Es una «pastoral del cariño» que el mismo Portabales también ejemplifica al terminar las Misas dominicales en la puerta del templo, despidiendo en casulla a los feligreses, «como en las películas americanas», ríe; «porque así surgen conversaciones interesantes que pueden ayudar a algunos en su fe».