En la parroquia donde curas y fieles «nos vemos las caras»
Santa Catalina de Siena destaca por sus familias numerosas y por una pastoral con jóvenes que se extiende a los domicilios del barrio
A dos manzanas del madrileño parque del Retiro se levanta la parroquia de Santa Catalina de Siena, una novedosa construcción con un estilo peculiar. «Se ideó en los años del posconcilio, de un modo semicircular para fomentar la participación de los fieles. En realidad, tiene la forma de una tienda del encuentro, en la que cabemos todos y nos podemos ver las caras», afirma Mauricio Palacios, su párroco. Se encuentra en un barrio residencial de clase media alta, en lo que antaño eran viviendas del extrarradio de la capital edificadas en terrenos concedidos a diversas cooperativas profesionales. Con los años, la ciudad fue creciendo y englobó en sus confines este pequeño oasis de casas bajas, con la particularidad de que ninguna vivienda es igual a otra.
En este entorno surgió en los años 60 del siglo pasado la comunidad, dedicada a una santa señera para la Orden de Predicadores, pues los primeros encargados de la pastoral era los dominicos de Atocha. Hasta los años 90, cuando se construyó el templo, celebraban los sacramentos en un chalé del barrio. En 2016 los religiosos dejaron la parroquia, que pasó a regentar el Arzobispado de Madrid.
«Hoy la mayoría de los habitantes de la zona son profesionales de distintos ramos; pero hay muchos médicos por la proximidad con los hospitales Niño Jesús y Gregorio Marañón», explica el sacerdote. Por sus calles pobladas de árboles y pequeños jardines es habitual ver a familias con niños pasear tranquilamente. «El gran don que tenemos es el de muchas familias abiertas a la vida. El Señor nos ha bendecido con muchas muy numerosas», exclama. «Las hay que viven su fe en el Camino Neocatecumenal y en el Opus Dei. Pero también hay otras que simplemente han querido tomarse con seriedad su fe, feligreses de toda la vida que han aceptado el reto de pasar el testigo a la siguiente generación».
Eso quiere decir que al templo acuden regularmente muchos niños, que se unen a los de los centros educativos de la zona. «Estamos rodeados de colegios de diferentes realidades y congregaciones. Son ellos los que preparan a sus alumnos para la Primera Comunión y nosotros los recibimos después para la Confirmación», dice Mauricio. Más adelante, los jóvenes se incorporan a grupos de posconfirmación que tienen la particularidad de desarrollarse fuera del templo. «Hay 14 matrimonios de confianza que acogen una vez a la semana en sus propias casas a grupos de unos ocho chicos y chicas, para abordar diferentes elementos de la vida cristiana siguiendo el catecismo de la Iglesia católica», cuenta el párroco.
Palacios insiste en que «esta parroquia no es del Camino Neocatecumenal ni del Opus Dei; es diocesana» y por eso incluye otras realidades como grupos de mayores, Adoración Nocturna o Mothers Prayers. Todo ello hace que sean más de 2.000 personas las que celebran aquí cada semana el día del Señor.
En cuanto a la labor caritativa, dado el perfil del barrio, «nuestros esfuerzos están encaminados a otras parroquias con más demanda»; a nivel interno sus voluntarios visitan en sus casas a mayores, enfermos y familias numerosas en necesidad. Mientras, la comunidad se prepara estos días para celebrar la tradicional fiesta de las posadas, una peregrinación de la Sagrada Familia por el barrio buscando acogida. «No sabes lo difícil que es encontrar hoy en día un burro», ríe el sacerdote para concluir la entrevista.