«En el pobre vemos a Cristo que viene a arreglarse la cremallera» - Alfa y Omega

«En el pobre vemos a Cristo que viene a arreglarse la cremallera»

La diócesis de Vitoria ha puesto en marcha el Costurero Diocesano María Inmaculada, que dará servicio a las parroquias, a los sacerdotes, a las misiones y a los pobres

José Calderero de Aldecoa
Entre las voluntarias hay tres antiguas costureras profesionales. Foto: Sor Piedad Guzmán Gómez.

Toda la mantelería litúrgica de la JMJ de Madrid pasó por sus manos. Se trata de sor Piedad Guzmán Gómez, que fue la escogida por su congregación de las Hijas de la Inmaculada Concepción para coordinar el proyecto Coser y Cantar. La idea fue del sacerdote Javier Cremades, director de los actos centrales del encuentro juvenil, que «nos pidió ayuda para sacar adelante esta iniciativa». Lo que se hizo fue convocar a todas las religiosas, tanto de clausura como de vida activa, «para que así ellas también pudieran participar de la JMJ de 2011», y a las parroquias que quisieran participar, para coser todos los lienzos que se iban a utilizar en los diversos actos. «Se elaboraron miles y miles de corporales, purificadores, manteles… Recuerdo que nos prestaron un piso que estaba vacío y lo llenamos entero de textiles de este tipo», rememora la religiosa. Una vez terminada la JMJ, se donó todo a las misiones y se entregó también a las parroquias que tuvieran necesidades de renovar sus lienzos.

Ahora le han pedido a sor Piedad hacer algo parecido, pero en la diócesis de Vitoria, que acaba de poner en marcha el Costurero Diocesano María Inmaculada. «En este caso, la idea tampoco fue nuestra, sino de la diócesis, y como en mi congregación ya saben que yo tengo experiencia, me lo encargaron a mí», confiesa Guzmán. El proyecto echó a andar hace una semana. «Hay muchas parroquias que no tienen apenas nada de mantelería litúrgica y, lo que tienen, lo tienen muy viejo. De esta forma, se trata, en algunos casos, de arreglar las piezas que todavía se pueden seguir utilizando y, por otro lado, coser purificadores, casullas, corporales nuevos…», detalla.

Sor Piedad Guzmán Gómez, coordinadora del costurero

«La actividad parece poca cosa, pero cada puntada es un acto de amor»

El costurero también dará servicio a los sacerdotes y seminaristas. «Alguno que venga de fuera y que necesite algún arreglo. O los mismos sacerdotes de Vitoria que necesiten que les cambiemos una cremallera o que les saquemos el dobladillo… Todo eso lo hacemos». Además, la iniciativa será solidaria y misionera. Ahora, por ejemplo, «con la llegada del invierno, los pobres, y algunos otros colectivos vulnerables, nos piden mucha ropa y, lógicamente, se la damos. Pero a lo mejor hace falta que cojamos el bajo al pantalón, que les cambiemos un botón, o necesitan un arreglo en una prenda porque les queda un poco ancha o estrecha». La parte misionera la desarrollarán con los sacerdotes vascos que se encuentran en los lugares más remotos de la tierra. «Cuando vengan a España de vacaciones, o por cualquier otro motivo, estaremos disponibles para que se puedan llevar todos los textiles litúrgicos necesarios para su parroquia. Hacen falta, lo he visto con mis propios ojos cuando he estado en Brasil», asegura la hermana.

La iniciativa se ha instalado en el seminario de la diócesis. «Nos han dejado una sala los jueves de 17:00 a 19:00 horas». Hasta el momento, el Costurero Diocesano María Inmaculada está formado por un grupo de diez personas fijas. «Y luego hay gente que no puede venir y colabora desde su casa». A medida que vayan pasando las semanas, «estaría encantada de que se fuera sumando más gente. El trabajo no falta, desde luego», confirma sor Piedad, a la que también le gustaría que el proyecto se pudiera replicar en otras diócesis. «La actividad parece poca cosa, pero cada puntada es un acto de amor. Una cosa pequeña hecha con amor se convierte en algo enorme. En ese corporal que estamos cosiendo va a estar el Señor. En ese pobre que viene a que le arreglemos la cremallera vemos al mismo Cristo que ha venido a que le arreglemos la cremallera», concluye.

Tejedoras y misioneras

Todo empezó por el estómago. Una chocolatada en 2018 para las vecinas mayores de 70 años de la parroquia Santa María la Blanca de Canillejas (Madrid) desveló que necesitaban relacionarse y que les encantaba el punto. Así que se les propuso tejer bufandas para los beneficiarios del comedor social de San Ramón Nonato, en Vallecas. De sus manos han salido desde entonces cientos de bufandas y, ya de paso, paños nuevos para el altar de la parroquia. Tras una pandemia tejiendo en casa, están ahora ultimando un ajuar completo para la capilla de los nuevos locales parroquiales, que bendice este viernes, 12 de noviembre, el obispo auxiliar de Madrid Santos Montoya. Además, llevan ya tejidas cinco bufandas de la nueva temporada, destinadas a Colombia. Allí está José Luis, el sacerdote que las ha acompañado estos años, porque ellas son un «grupo humano que se convirtió en cristiano». Sus trabajos son también para Dios, ofrecidos por los pobres y por sus difuntos, que se concretan en sus maridos, porque la mayoría son viudas. Una misioneras que vertebran la comunidad, llevan amigas a la parroquia y van a empezar la ruta de la Virgen peregrina de Torreciudad por las casas de todo el que lo pida.

B. A.