Emilia la Canastera «es una llamada a acercarnos a Dios mediante la oración»
El Departamento de Pastoral con los Gitanos de la CEE difunde la figura de la beata gitana con motivo de la memoria litúrgica de los mártires de la persecución religiosa de los años 30
«En el momento que un gitano o gitana reza a Dios, termina volviendo su mirada a la imagen de Emilia la Canastera, la beata gitana de Tíjola». Así comienza el texto que ha difundido este miércoles el Departamento de Pastoral con los Gitanos de la CEE con motivo de la memoria litúrgica de los mártires de la persecución religiosa de los años 30 del siglo pasado, entre los que se encuentra dicha beata.
Emilia Fernández nació el 13 de abril de 1914 en Tíjola, provincia de Almería, viviendo su infancia en una de las casa-cueva de la zona, donde ayudaba a la economía familiar elaborando cestas de mimbre. En 1938 contrajo matrimonio, al estilo gitano, con Juan Cortés, que fue llamado a filas en el bando republicano ya comenzada la Guerra Civil. Por intentar ambos que él se librara de combatir, fueron detenidos a mediados de 1938. Ella acabó, encinta como estaba, recluida junto a otras 40 mujeres encarceladas por el delito de ser católicas practicantes.
Una de ellas hizo las veces de improvisada catequista y allí Emilia aprendió los rudimentos de la fe y algunas oraciones, sobre todo el rosario, que rezaba a diario. La jefa de la cárcel pidió a Emilia el nombre de la mujer que la estaba guiando en este camino, pero la gitana se negó a traicionarla. Fue encerrada en viles condiciones en una celda de aislamiento hasta el momento de dar a luz, el 13 de enero de 1939, pero estaba tan frágil de salud que falleció unos días después de una infección puerperal añadida a un cuadro de bronconeumonía, según consta en el certificado médico. Se la enterró en una fosa común en el cementerio de Almería, y fue beatificada como mártir el 25 de marzo de 2017.
«Ella es modelo de tres formas de amar», señala José Emiliano Rodríguez Amador, director del Departamento de Pastoral con los Gitanos de la CEE, que menciona «a su familia, a su marido y a Dios, que para ella fue el amor más importante». Además de ello, al haber fallecido con apenas 25 años, «para nuestros jóvenes es una luz y una llamada a acercarnos a Dios mediante la oración».
En el seno del pueblo gitano, la figura de Emilia ha ido creciendo con el tiempo, «sobre todo después de su beatificación», y en la actualidad se encuentra «al mismo nivel» que Ceferino Pérez Malla, el Pelé, beatificado como mártir años antes, en 1997. Ambos son «algo muy grande porque nos invitan a todos, sea cual sea nuestro origen y nuestro pueblo, a tener confianza en Dios y crecer en ella», asevera el director del Departamento de Pastoral con los Gitanos de la CEE.