24 Horas para el Señor propone la conversión de un famoso guionista: «El Señor perdona todas nuestras culpas»
El Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, encargado de la iniciativa 24 Horas para el Señor que comienza este viernes, muestra la conversión de Joe Eszterhas, guionista de Instinto básico, como ayuda para «vivir de manera consciente el encuentro con el sacerdote en el momento de la Confesión»
Serán 24 horas en las que la misericordia de Dios se va a derramar abundantemente en todo el mundo. Como cada año, el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización ha organizado la iniciativa 24 Horas para el Señor, que comenzará en la tarde de este viernes 12 de marzo.
En las indicaciones para esta celebración, el dicasterio propone que los templos abran de manera extraordinaria durante estas 24 horas y que se ofrezca a los fieles la posibilidad de acceder a la Confesión, preferiblemente en un contexto de Adoración eucarística.
Asimismo, se pide a los pastores preparar una catequesis sobre la necesidad de la conversión y sobre el sacramento de la Reconciliación, pues «especialmente los jóvenes, pero también los adultos, se preguntan: “¿Por qué debo confesarme? ¿Cómo me confieso? ¿Qué se hace después de la confesión?”».
Como una ayuda «para reflexionar sobre el propio cambio y sobre la conciencia de la presencia de Dios en la vida de cada uno», el Consejo ha propuesto el relato de la conversión de Joe Eszterhas, guionista de la película Instinto básico, considerado en los años 90 por la revista Time como «el rey del sexo y la violencia en América».
Eszterhas nació en una familia húngara que durante la Segunda Guerra Mundial huyó de los horrores de la contienda hacia un campo de refugiados gestionado por los aliados, desde donde emigró posteriormente a Estados Unidos. Toda la familia quedó marcada por el sufrimiento de la madre, enferma mental y fallecida de cáncer, y por el hecho de que el padre fue colaboracionista de los nazis en la guerra. «Todos estos acontecimientos cerraron al joven Joe a la experiencia de la fe», asegura el dicasterio vaticano en el subsidio con los materiales para esta celebración.
A finales del siglo XX, Joe estaba en la cima de su carrera en Hollywood, pues con la escritura de 16 películas había ganado cerca de 1.000 millones de dólares. Sin embargo, en abril de 2001, se le diagnosticó un cáncer de garganta, «y se le vino el mundo encima».
Eszterhas se sometió a una delicada cirugía y se le extirpó el 80 % de su laringe. Los médicos le dijeron que debía dejar de beber y fumar inmediatamente, «o de lo contrario morirás».
Un animal herido
Un mes después de la operación, sentado en un banco en medio de un calor abrasador, el guionista deliraba: «Me estaba volviendo loco. Estaba muy nervioso. Temblaba. Gritaba a mi esposa Naomi y a los niños. Mi corazón palpitaba acelerado. Cada terminación nerviosa exigía un trago y un cigarrillo», dos adicciones que venía arrastrando durante décadas.
Entonces Joe decidió escapar. «Salí de casa y empecé a caminar. Caminaba tan rápido como podía. Intentaba superar con esta marcha mis deseos y adicciones. Intentaba superar el pánico. Intentaba superar la autodestrucción. Intentaba superar la muerte».
Pasaron los minutos y Joe, vagando por el barrio, siente que se desploma. «Comencé a llorar. Me senté en un bordillo. Las lágrimas descendían por mi rostro. Observé cómo acababan en el suelo, salpicando. Mi corazón latía con tanta fuerza que bloqueaba todo a mi alrededor, excepto mis sollozos. Escuché mis propios gemidos. Parecía un animal herido».
Y justo en este momento llegó lo inesperado. «Podía oírme a mí mismo balbucear algo. Sentí que lo estaba diciendo. No podía creer lo que había dicho. No sabía por qué lo había dicho. Nunca antes lo había dicho, pero me escuché repitiéndolo una y otra vez: “Por favor, Dios, ¡ayúdame!”. Sabía que no podía decirlo, porque mi laringe había desaparecido casi por completo. Ni siquiera hubiera podido susurrar, y mucho menos decir algo. Pero claramente me escuché decirlo y luego repetirlo una y otra vez: “Por favor, Dios, ¡ayúdame!”. Rezaba, pedía, suplicaba ayuda. Suplicaba a Dios que me ayudara. Y pensaba para mí: “¿Yo? ¿Pidiendo a Dios? ¿Suplicando a Dios? ¿Rezando?”. No había pensado en Dios desde que era un niño, pero me sentía pidiéndole ayuda todo el tiempo, mientras gemía de dolor».
De repente su corazón se calmó y «djé de temblar y de tener espasmos. Mis manos dejaron de bailar… Me levanté de la acera y comencé mi camino de regreso a casa. Sería la lucha más grande de mi vida. Sería terriblemente difícil, pero con la ayuda de Dios pensé que podría lograrlo». Para Eszterhas, algo le pasó en aquel caluroso día: «Durante mucho tiempo no supe cómo describirlo, pero ahora lo sé: fui salvado».
Honrado de llevar la Cruz
Lo que siguió fue un proceso de conversión en el que uno de los frutos de la salvación que recibió el guionista fue el acercamiento a la vida parroquial y, especialmente, al servicio litúrgico. Joe Eszterhas encontró con una función muy simple pero significativa: ser el crucífero, el portador de la cruz en las celebraciones parroquiales: «Nadie me obligó a llevar la cruz en la parroquia de los Santos Ángeles. Lo hice como si fuera una forma de agradecer a Jesús su ayuda. Me sentí honrado de hacerlo; fue un placer», reconocería más tarde.
Para el Consejo vaticano, el de Joe Eszterhas es «un testimonio de cómo la gracia de Dios actúa en el corazón humano de diferentes maneras». En este sentido, la iniciativa 24 Horas para el Señor es una invitación «a reconciliarnos con Dios», por lo que «no debemos rendirnos a nuestra propia debilidad, ni tener miedo de las contrariedades e incoherencias que experimentamos en nuestro camino», pues «el Señor perdona todas nuestras culpas y al mismo tiempo cura todas nuestras enfermedades».