El turismo masivo «no hace bien a nadie»
Las jornadas intempestivas, la expulsión de los locales, el impacto sobre el medio ambiente y la siniestralidad laboral llevan a activistas y voces de la Iglesia a pedir otro modelo
Son las doce del mediodía en el sur de Gran Canaria cuando charlamos con Pedro Luis Martínez, rector del Templo Ecuménico en la Playa del Inglés. Sin embargo, «todo está dormido» por las calles. Como explica este sacerdote encargado de una iglesia compartida con varias ramas de protestantes y con católicos alemanes, la vida en la zona comienza «a las diez y media de la noche, cuando el turista sale a tomarse unas copas». Si mira a su alrededor, «solo hay hoteles» y un centro comercial en ruinas que se quemó hace unos años y ahí sigue. «Aquí no hay nada más», sentencia.
Son las consecuencias de «un turismo de baja calidad» que «genera ruido, desperfectos y, los fines de semana, problemas». Los locales y los turistas con un poco más de dinero han abandonado la zona para acabar instalándose en Meloneras, a seis kilómetros de este epicentro de «un tipo de turismo que no hace bien a nadie». Según el sacerdote, los negocios alrededor de su casa están «solamente enmarcados en vender alcohol y drogas». Incluso «muchos taxistas conocen lugares donde se ejerce la prostitución y llevan a los extranjeros prácticamente como si fueran un chulo».
Víctor Palomo, portavoz del Sindicato de Inquilinas de Madrid, denuncia que en el Barrio de las Letras «hay más viviendas turísticas que niños censados». En el caso de Málaga, más que vecinos. «Si todas las viviendas salen del mercado habitual, se reduce la vivienda disponible». No solo imposibilita a los jóvenes formar una familia, también sitúa a las personas mayores en una situación de «inseguridad» al circular una llave de su portal entre desconocidos.
Frente a quienes quieran justificar el modelo por su presunta rentabilidad, el rector explica que ni siquiera permite vivir a quienes soportan sus leoninas condiciones. «Hace no mucho casé a una pareja de camareros de piso», cuyas jornadas les impedían plantearse la paternidad, recuerda. «Uno llegaba a casa de madrugada y la otra de noche, nunca estaban juntos; eso impide un proyecto de vida en común», denuncia.
Jeremías Piñero, secretario de Acción Sindical de USO-Canarias, conoce bien la realidad de esos trabajadores y critica que los convenios colectivos que rigen su actividad en Las Palmas de Gran Canaria y en Tenerife permiten que las camareras de piso «sigan contratadas oficialmente pero sin ingresos durante tres meses». Los tres que dura la temporada baja en el archipiélago, «desde finales de Semana Santa hasta el verano».
Juan Sebastián Fernández es profesor en la Universidad de Almería y ha participado en diferentes iniciativas contra el hotel en la playa de El Algarrobico. «Al construir en primera línea de playa, el impacto en el medio ambiente es tremendo». Lamenta que en una de las manifestaciones se le encararon los vecinos de Carboneras. «La sobreexplotación es pan para hoy y hambre para mañana», igual que pasó «con los cultivos superintensivos de olivos», advierte.
Piñero señala la paradoja de que «antes de la pandemia, en Canarias había más personas empleadas en el turismo» y es ahora, con menos personal contratado, cuando «estamos batiendo récords nunca antes vistos». Apunta que, con doce millones de turistas anuales y menos manos, «hay una explotación aún mayor de nuestras camareras de piso, que antes tenían que limpiar un cierto número de habitaciones y ahora muchas más».
Además, la proliferación de macrohoteles no solo supone potenciales vulneraciones para su personal de servicio. También para los albañiles que los levantan a toda prisa. «En Canarias, la siniestralidad aumentó de 2022 a 2023 en más de un 9 %, con más de 52.000 accidentes de trabajo», denuncia el técnico de USO, quien recuerda que en total se produjeron «150 víctimas mortales» solamente en la construcción.
Hace poco El País denunciaba que en Benidorm (Alicante) hay ofertas de trabajo que exigen camareras de piso «plurilingües» y con «resiliencia ante contratiempos». En USO-Canarias echan en falta un convenio colectivo de hostelería. Su técnico Jeremías Piñero, cree que la organización de muchas profesiones atomizadas les permitiría negociar mejor. Mientras en España el salario medio es de 1.920 euros netos, en Canarias es de 1.630. Según Piñero son estos profesionales «quienes bajan la media».
Finalmente, el sindicalista advierte de lo «sensible ante las crisis» que es este sector sometido a las temporadas y dependiente de los ahorros que los habitantes de otros países decidan gastar ese año en ocio. Como resultado «somos los más rápidos en crear empleo», algo aparentemente positivo, «pero también los más rápidos en destruirlo». Y denuncia que en España «apenas contamos con industria, nos hemos cargado la pesca y la agricultura», lo que convierte a nuestro país en excesivamente dependiente del turismo, una actividad que supuso en 2023 un 12,8 % del PIB.