A finales de 2022 falleció el jesuita Manuel Iglesias. De su sólida formación espiritual e intelectual pueden dar testimonio las personas a las que acompañaba espiritualmente, su trabajo en el Apostolado de la Oración, o libros como De los nombres de Cristo o La Palabra y las palabras. Pero su legado más importante son sus traducciones del Nuevo Testamento, en la Biblia de la BAC (1975), dirigida por Manuel Cantera y él mismo, y actualizada en la editorial Encuentro en el año 2003.
En sus introducciones repite la cita de rabí Judá B. Ilai: «El que traduce totalmente a la letra es un falsario; el que añade algo es un blasfemo». Sus traducciones se caracterizan por acercarse lo más posible al griego original, sin traducciones interlineales. Son muy recomendables para el estudio bíblico; no tanto para lecturas como la orante o litúrgica. Su atención extrema a las características del texto griego seguía a san Buenaventura: «Quien desprecia la letra de la Escritura no subirá nunca al sentido espiritual».
Convencido de la fuerte influencia semítica en el Nuevo Testamento, señala cómo el «oísteis que se dijo a los antiguos» debe entenderse en el sentido bíblico del shemá hebreo: «Recibir una tradición, una doctrina». El sorprendente «odiar» a los propios padres significaría «amar menos». Semitismo sería también el uso de «muchos», cuyo significado sería «la mayoría» o «todos» en «el Hijo del hombre [vino] a dar su vida en rescate por muchos».
La atención a la gramática le lleva a discernir, por ejemplo, dentro de los significados de la conjunción kai (normalmente y) el que cree más pertinente, modificando a veces sus propias traducciones. Allí donde en la edición de la BAC traducía «paz y misericordia sobre ellos y sobre el Israel de Dios», en Encuentro lo interpreta como «paz y misericordia sobre ellos, es decir, sobre el Israel de Dios». Es relevante, pues se juega si consideramos que la Iglesia es, sin más, el «Israel de Dios», o si este «Israel de Dios» es un grupo específico.
Las notas aportan traducciones alternativas, mostrando así la dificultad de ciertos pasajes. Quizá en su encuentro con los autores bíblicos haya podido ya liberarse de esta y de otras cruces interpretum, llevándose más de una sorpresa y más de una alegría.