Después de casi 14 años de guerra, bastaron once días para que la coalición de rebeldes sirios liderados por el grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS) derrocara el 8 de diciembre al dictador Bashar al Asad. A las preguntas sobre por qué esta victoria ha sido ahora y no antes en un tablero que nunca implica solo a Oriente Medio se suma la de si los nuevos líderes cumplirán sus promesas de respetar a las minorías.
Más incertidumbre para una región que en octubre vio la entrada de tropas israelíes en el Líbano para combatir a la organización Hizbulá, después de meses de fuego cruzado de misiles, lo que llevó a una quinta parte de la población a dejar sus hogares por miedo a una guerra como la de 2006. Queda por ver el alcance del frágil alto el fuego posterior. En Gaza, Tel Aviv comenzó el año avanzando hacia el sur de la Franja y Rafah, en medio de continuas órdenes de evacuación a lugares seguros que, en realidad, no existen. Ni controlar la Franja ni haber acabado el 16 de octubre con el líder de Hamás, Yahya Sinwar, ni la falta de avances para liberar a los 96 rehenes en poder de los terroristas ni la orden de detención de la Corte Penal Internacional el 21 de noviembre han frenado a Benjamin Netanyahu, cuyo Gobierno también lanzó una gran ofensiva en Cisjordania. «En Gaza falta de todo, la población solo ve destrucción y muerte» con condiciones de vida «inhumanas» agravadas por «la falta de ayuda humanitaria», lamenta Ibrahim Faltas, vicario de la Custodia de Tierra Santa.
Fuera de esta convulsa región, la guerra de Ucrania recobró protagonismo al cumplir 1.000 días por el uso por parte de Kiev de misiles estadounidenses de largo alcance y la respuesta rusa elevando la amenaza atómica y lanzando un misil hipersónico capaz de llevar una ojiva nuclear. Ante las crecientes voces que auguran una salida negociada aun con pérdidas para Ucrania, Maksim Ryabukha, obispo auxiliar grecocatólico de Donetsk, recalca que «tenemos sed de paz, pero de una paz en la que el valor de la vida humana sea el mismo que en los países europeos. No podemos aceptar un mundo sin paz, y por eso seguimos luchando por la verdadera libertad, por la dignidad»; aunque para muchos «no sea conveniente».