El seminario de Bucha recupera «casi la vida ordinaria» - Alfa y Omega

El seminario de Bucha recupera «casi la vida ordinaria»

Las clases se retomaron en septiembre, pero en la zona sigue sin saberse nada de cientos de jóvenes desaparecidos durante la ocupación rusa

María Martínez López
Algunos seminaristas llegaron en junio para hacer prácticas de pastoral. Foto: Ruslan Mychalkiw.

En septiembre, 22 seminaristas volvieron al seminario de Vorzel, cerca de Bucha. Cuando las tropas rusas ocuparon la zona poco después de la invasión, los responsables decidieron desalojarlo y trasladar a los estudiantes al de Gorodok. La zona fue liberada a finales de marzo, pero como las instalaciones habían sufrido algunos daños y las habían saqueado, y todas las infraestructuras de la zona estaban afectadas, se decidió que terminaran el curso fuera. Mientras, la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada se hizo cargo de los arreglos más urgentes.

En Vorzel se están preparando para el sacerdocio once seminaristas diocesanos, ocho de un seminario misionero Redemptoris Mater y dos de los lazaristas. Todos ellos estaban allí el 24 de febrero del año pasado. Hay, además, un novicio carmelita que tendría que estar estudiando en Polonia pero no podía viajar al extranjero y sus superiores pidieron que siguiera su formación en Vorzel.

Por otro lado, han perdido a un seminarista a causa de la guerra: «Había sido soldado y le llamaron a filas», explica Ruslan Mychalkiw, el rector. Viajó con él para intentar que lo eximieran, pero le informaron de que si se negaba podía ser penalizado. «Estuvo medio año en el Ejército. Ahora tenía que volver pero nos ha dicho que le resulta muy difícil, que necesita un tiempo libre y en silencio. Creo que tiene síndrome de estrés postraumático».

Ya no hay fosas comunes

Además de casa de formación, el seminario es la sede de la parroquia católica local. Al principio, temieron por algunos de sus feligreses, que durante la ocupación desaparecieron sin dejar rastro. Luego supieron que habían huido. Ahora casi todos han regresado, y también hay algún recién llegado: desplazados de otras partes del país, o personas que antes no practicaban y se han acercado a la Iglesia gracias a la ayuda que estuvo ofreciendo Cáritas en los primeros meses tras la liberación.

Al principio, «la gente estaba en shock» por lo vivido durante la ocupación rusa, recuerda el rector. Las imágenes de cadáveres, algunos con signos de tortura, en las calles y en fosas comunes dieron la vuelta al mundo. En los primeros meses se identificó y enterró a los 450 muertos de la zona de Bucha. Pero en los alrededores de Kiev «1.500 jóvenes desaparecieron», entre ellos «los hijos de dos parroquianas».

«Los preparamos para ayudar a los demás a afrontar», aunque más bien de forma general, no especializada. Sí se plantean hacerlo cuando lleguen a su último año. Además, en las conversaciones del día a día se habla mucho «de odio, de no poder perdonar, o del dilema sobre si usar el ruso».

15 euros por una hora de luz

Las condiciones de vida material sí están bastante mejor. «Ya hay algunos autobuses y trenes con los que venir», explica Mychalkiw. «Aún no han renovado los dos supermercados más grandes que había en las cercanías, pero no tenemos problemas» para comprar en los alrededores. «Es casi la vida ordinaria».

Salvo por los continuos apagones por los bombardeos, los más largos de 16 horas. Tienen dos generadores, pero encender el más grande les cuesta 15 euros la hora. También tienen pendiente arreglar una avería debido a los ataques en el suministro de agua. Otras reparaciones, secundarias, tendrán que esperar. «Afortunadamente, este invierno no ha sido muy frío».