El seminario de Albacete se llena de temporeros
La diócesis cede al Ayuntamiento de la ciudad dos plantas del edificio para acoger a trabajadores agrícolas con dificultades para encontrar vivienda
Todavía recuerdan en Albacete la situación de tensión que se vivió hace justo un año, cuando un brote de COVID-19 entre decenas de temporeros hizo aflorar la situación deplorable de los asentamientos en los que se alojaban, a la que se añadió el rechazo de una parte de la población, que los acusaba de haber llevado el virus a la ciudad. O la situación en la que quedaron muchos de ellos en otoño, cuando se cerraron los recursos extraordinarios una vez rematada la campaña agrícola. En ambas ocasiones la Iglesia se volcó en atender a este colectivo, incluso ofreciendo, el pasado mes de diciembre, las instalaciones del seminario para acoger a los que se habían quedado en la calle.
Lo que entonces no prosperó sí ha salido adelante este verano, gracias al interés del Ayuntamiento de Albacete por convertir las dos plantas disponibles del seminario diocesano en un recurso para ofrecer alojamiento a temporeros con contrato que van a trabajar en el entorno de la ciudad y que tienen dificultad para encontrar una vivienda.
Un proyecto que se ha plasmado en un convenio a tres bandas: diócesis de Albacete, que cede gratuitamente el espacio; Ayuntamiento de Albacete, que se encarga de gestionar el recurso, y Cáritas, que ejerce de intermediario entre ambas instituciones y vela por que el proyecto siga los criterios de la atención social de la Iglesia.
El resultado son 50 plazas repartidas en habitaciones para tres o cuatro personas. Además, se han previsto una serie de cuartos individuales por si se produce algún contagio por la COVID-19, de modo que pueda estar aislado.
A nivel sanitario, el propio Ayuntamiento ha alcanzado un acuerdo con el Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (SESCAM) para que las personas que estén en este recurso sean vacunadas. De hecho, según ha explicado a Alfa y Omega Mónica Gil, trabajadora social y jefa de unidad técnica de integración social del consistorio manchego, el pasado viernes por la tarde comenzaron a administrar las primeras dosis.
El objetivo, según detalla Julián Ros, vicario general de la diócesis de Albacete y uno de los muñidores del acuerdo, es que estos trabajadores vivan en condiciones dignas y no tengan que recurrir a asentamientos o a naves abandonadas en el extrarradio. El recurso, que está funcionando desde el 1 de julio, permanecerá abierto hasta el próximo 31 de octubre. El pasado jueves había ya once usuarios. Ros explica a este semanario que un proyecto de estas características solo lo puede llevar a cabo la Administración, pues es muy complicado sacarlo adelante únicamente con voluntariado.
Además de alojamiento –inicialmente de un mes, aunque ampliable si se presenta una prórroga del contrato de trabajo–, el proyecto ofrece desayuno y cena, así como un servicio semanal de lavado de sábanas y toallas y la limpieza de las zonas comunes. Eso sí, ellos se encargan de lavar su ropa y de la limpieza de sus cuartos. «Hay una profesional encargada de dinamizar todo esto, de estar pendiente de ellos y de la convivencia, de facilitarles los medios para la higiene. Además, van a disponer de aulas en un centro municipal donde distintas entidades sociales podrán ofrecerles información, talleres de español…», añade Gil.
Pero antes de todo esto, los trabajadores sociales municipales acogen a los temporeros, recogen su documentación, realizan una entrevista individualizada y les informan de los servicios disponibles. Muchos de ellos los conocen de otros recursos o son derivados por entidades con las que colaboran habitualmente. Hasta el momento, la mayoría de los que han llegado son personas de origen subsahariano, fundamentalmente de Malí y Senegal, y jóvenes, de entre 20 y 40 años. «Lo que quieren es trabajar porque necesitan el dinero para enviarlo a su país. A pesar de tener contratos y permisos de trabajo, han tenido que vivir en asentamientos en condiciones sanitarias muy pobres. Por eso, una de las necesidades que tienen es la de un alojamiento digno», explica Gil.
La trabajadora social reconoce que no les es ajeno el trabajo con Cáritas, pues colaboran de forma habitual. De hecho, considera que «la coordinación es excelente» en esta iniciativa. «Es un proyecto muy bonito, un inicio, y pone de manifiesto la voluntad del Ayuntamiento por solucionar un problema que nos preocupa a todos», afirma Rosa García, directora de Cáritas Diocesana de Albacete.
En Lérida, la entidad social Arrels Sant Ignasi, vinculada a la Compañía de Jesús, lideró, por segundo año consecutivo, un pequeño recurso de acogida a los temporeros que se quedaron en la calle mientras estaban cerrados los albergues municipales. No lo iban a poner en marcha, pero la pasividad de la Administración les obligó. De la mano de la parroquia Sant Ignasi, Cáritas y Cruz Roja, habilitó durante 15 días en mayo once plazas en los locales de la parroquia, por los que pasaron 18 personas.
«Es una manera de resolver el problema de vivienda de los temporeros y, a la vez, reivindicar la necesidad de que los recursos se abran antes. No tiene sentido comenzar el 1 de junio cuando hay gente durmiendo en la calle semanas antes», explica a Alfa y Omega Óscar Costa, subdirector de Arrels Sant Ignasi.
La iniciativa provocó una gran respuesta de hospitalidad entre los voluntarios de la entidad y de la parroquia, pues se volcaron en esta tarea en torno a 60, tres por cada temporero. Los esperaban cada tarde al regreso del trabajo para interesarse por su día, para estar con ellos o charlar; otros les preparaban la cena y se la llevaban hasta su improvisado hogar. Cada día cenaron un plato diferente.
A esta labor se sumó la de Cruz Roja, que se encargó de la primera acogida, así como del suministro de colchones para que los trabajadores pudieran dormir en las salas habilitadas. También tuvieron a su disposición ducha con lavabo y una habitación custodiada por un voluntario para guardar sus pertenencias.