El primer cura africano de Teruel vuelve a casa
Tras diez años como párroco rural, Marcel Bikongnyuy Gham regresa a su Camerún natal con una jota en los labios y un jamón en la maleta
Con permiso de la Virgen de Pilar, pocas cosas hay más aragonesas que la jota. Y nada más exótico que ver a un camerunés cantando una en perfecto castellano: «El olivo es el mejor / de los frutos del invierno / el olivo es el mejor / porque de él sale el aceite / para alumbrar al Señor», se arranca Marcel Bikongnyuy Gham, que ahora canta jotas, pero que hace diez años aterrizó en la diócesis de Teruel y Albarracín sin tener ni idea de castellano. «No sabía ni una sola palabra», confiesa a Alfa y Omega este sacerdote originario de la diócesis de Kumbo. «El primer año tuve que aprender español y la forma de trabajar de aquí para poder insertarme en la pastoral de la diócesis. Primero nos dan un tiempo de preparación, antes de darnos una asignación oficial».
Tras el periodo de adaptación, a Bikongnyuy Gham le nombraron párroco de Cedrillas, El Pobo, Ababuj, Monteagudo del Castillo y El Castellar. «La verdad es que mi llegada causó sorpresa entre los vecinos. No estaban acostumbrados a algo así y fue un cambio muy fuerte para ellos, pero luego enseguida me abrieron su corazón y pronto me empecé a sentir uno más», reconoce. El asombro de los vecinos tiene explicación: Marcel fue un pionero. Cuando llegó en 2011 se convirtió en el primer sacerdote africano en ejercer en tierra turolense. «Después, con el tiempo, llegaron otros cinco sacerdotes de mi diócesis».
—¿Cuál fue el motivo de su traslado a España?
—Fue un convenio entre mi obispo nativo de Camerún y el entonces obispo de Teruel y Albarracín, Carlos Escribano. La idea era desarrollar una colaboración misionera y que se pudieran intercambiar experiencias. De hecho, el propio don Carlos llegó a viajar conmigo hasta Kumbo en 2014. Mi llegada aquí también me permitía ampliar mi formación.
Y ahora que la formación ha acabado –Bikongnyuy Gham defendió su tesis doctoral, titulada Inculturar el cristianismo africano. Reto y problema en la propuesta de Engelbert Mveng, el 9 de diciembre–, después de una década de trabajo en el ámbito rural, el sacerdote emprendió hace justo una semana el viaje de regreso a casa con varias maletas en las que también metió unas buenas lonchas del jamón serrano típico de la zona. «Ahora toca aplicar en Camerún, donde también estaré en una parroquia rural, todo lo que he aprendido aquí», adelanta.
Una Iglesia fuera del templo
De las parroquias de Teruel y Albarracín en las que ha ejercido, el padre Marcel destaca en primer lugar una realidad dolorosa. «Es una Iglesia mayor y esto afecta a todas las circunstancias, porque la gente de más edad, que es la más activa, se va muriendo y eso hace que caiga la participación», explica en un primer momento. «Pero esto, sin embargo, nos brinda una oportunidad, que es la de pensar en cómo ser y hacer una Iglesia fuera del templo».
Una reflexión que cada vez coge más peso en la España vaciada, según Bikongnyuy Gham, y que le lleva a describir, en este caso a la diócesis de Teruel y Albarracín, como «una Iglesia en camino, o como diría el Papa “una Iglesia en salida”, que está cerca de la gente».
Pero la vejez, la muerte, la desbandada de personas, no son circunstancias «que afectan solo a nivel eclesial. Se nota también a nivel de los servicios del pueblo» en realidades como la educación, la sanidad, las oportunidades laborales o el acceso a un banco. «Y hay cosas de estas que tienen solución», asevera el presbítero camerunés, que también reconoce «que, por desgracia, hay otras que no. Es preocupante el fenómeno de la España vaciada».
Antes de cortar la comunicación para dirigirse hacia el aeropuerto, Marcel Bikongnyuy Gham pide «que se escuche a la gente y sus justas reivindicaciones en todos los ámbitos». Por eso «me alegra que el Papa haya convocado el Sínodo –concluye–, para que entre todos podamos contribuir a hacer las cosas mejor».