El presidente de los obispos nicaragüenses se pronuncia sobre la expulsión del nuncio
En entrevista con Alfa y Omega, Carlos Herrera confirma que al Gobierno del país «no le gustó» que el nuncio pidiera «la liberación de los presos políticos», y denuncia el «silencio» y el «temor a hablar» que se ha instalado entre la gente
A principios de marzo, el Gobierno de Nicaragua daba un paso más en su campaña de desprestigio contra la Iglesia Católica, a cuyos líderes no ha dudado en tildar de «terroristas» y «golpistas», al retirar la acreditación diplomática al nuncio apostólico en el país, el polaco Waldemar Stanislaw Sommertag, lo que dejaba al Papa sin representante en el país. Ya en noviembre, días después de las controvertidas elecciones generales, el Gobierno de Nicaragua anuló vía decreto la figura de decano del cuerpo diplomático, que desde el año 2000 correspondía al nuncio.
La noticia motivó un comunicado de protesta de la Santa Sede, que aseguró que la expulsión «se ha recibido con sorpresa y dolor» y «resulta incomprensible ya que, durante su misión, S. E. monseñor Sommertag ha trabajado incansablemente por el bien de la Iglesia y del pueblo nicaragüense, especialmente por los más vulnerables, buscando siempre favorecer las buenas relaciones entre la Sede Apostólica y las Autoridades de Nicaragua».
Ahora es el presidente de la Conferencia Episcopal del país centroamericano el que ha querido reaccionar a la salida obligada del arzobispo polaco. «No había una comunicación de confianza, una comunicación fluida, del nuncio con el Gobierno». Sommertag «estaba solicitando la liberación de los presos políticos» y que se les dieran «condiciones humanitarias, y eso parece que no le gustó al Gobierno», ha explicado monseñor Carlos Herrera en entrevista con Alfa y Omega.
Estas mismas reclamaciones «también las hacíamos nosotros como Conferencia Episcopal», lo que ha provocado que las relaciones con el Ejecutivo presidido por el tándem Ortega-Murillo estén «limitadas». Según el presidente del episcopado nicaragüense, desde el Gobierno «no nos dejan acometer obras sociales o recibir ayuda».
Las relaciones han ido de mal en peor desde que los obispos actuaron como mediadores del primer diálogo nacional, en el que participó Ortega y los líderes de la oposición, con el que se buscaba una salida pacífica a la crisis que vive el país desde 2018. El presidente ha llegado incluso a acusar a los prelados de ser cómplices de fuerzas internas y de grupos internacionales que, según él, actúan en para derrocarlo.
Miedo a hablar
Más allá de la crisis en la relación entre la Iglesia y el Estado, el también obispo de Jinotega denuncia el contexto actual en Nicaragua. «Hay una situación de desempleo, de mucha migración hacia Estados Unidos. La gente aquí no ve futuro y por eso cada días aumentan las salidas». Por otro lado, Herrera denuncia el «silencio» y el «temor a hablar» que se ha instalado en el país.
Ante este clima, el presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua pide «no perder la esperanza» e invita a los fieles a «discernir sobre el momento que estamos viviendo». El objetivo es no volver a esa «tensión de guerra» que «hemos vivido» durante mucho tiempo. «No queremos volver a esto».
El obispo se despide de Alfa y Omega instando a los católicos a mantenerse «firmes» y a no dejarse «manipular por el miedo o el dinero, que compran conciencias». Aunque «suframos un poco», es preciso mantener «mantener la honestidad y la esperanza de que el futuro será mejor. Hagamos ahí un cambio».