El pobre no siempre tiene rostro reconocible - Alfa y Omega

El pobre no siempre tiene rostro reconocible

La revolución de los empobrecidos ha pasado de moda. El mensaje que llega desde Roma se vuelve rutinario

Alfa y Omega

«No apartes tu rostro del pobre», nos pide el Papa Francisco en esta séptima edición de la Jornada Mundial de los Pobres, que celebramos el próximo domingo. Ya no tiene el alcance que tuvo las primeras veces. La revolución de los empobrecidos, que eran atendidos en ambulancias en la plaza de San Pedro, se duchaban en las inmediaciones de la basílica y almorzaban con el Pontífice, sentados a la misma mesa, no copa ya titulares. Ha pasado de moda. El mensaje constante que llega desde Roma se vuelve rutinario. Las comunidades cristianas ya no recuerdan en masa ni con tanta nitidez que debían abrir sus puertas a pobres y refugiados. Pero esta semana, gracias a Fabrizio, un brote verde vuelve a resurgir. Este profesor, que acabó en la calle y terminó siendo articulista de prensa e impulsor de un periódico de personas sin hogar para personas sin hogar vive en un palacio. Quienes han hecho posible que de dormir entre orines ahora pernocte entre pinturas lanzan un dardo al corazón: «Siempre damos a los pobres lo que no queremos; nunca compartiríamos lo nuestro». Ahora los españoles tienen una gran oportunidad para hacerlo. La inflación, las consecuencias de los conflictos bélicos, los coletazos de la pandemia, han dejado a vecinos, amigos, familiares, viviendo en la más absoluta pobreza. Aunque sea de puertas para adentro. En estas páginas hablamos con una mujer que para poder tener un techo apenas puede alimentar a sus hijos. Qué difícil tesitura. O la calle o la cola del hambre. La segunda, por supuesto. Al menos habrá arroz o macarrones. Más difícil es conseguir leche o pañales. Lo dicen los bancos de alimentos, que llaman a la ciudadanía a participar en masa en su gran recogida, a finales de noviembre, ante una situación especialmente crítica. El pobre no siempre tiene rostro reconocible. En ocasiones, levanta el rostro, sonríe y avanza. No apartar el nuestro nos ayuda a leer entre líneas.

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