El Papa: «Solo Jesús puede llenar nuestra jarra vacía cuando la sed se hace insoportable»
En su catequesis durante la audiencia general, el Papa ha presentado a un Dios que «se hace nuestros compañero en este viaje a menudo cansado y doloroso»
El Papa cada vez dedica más tiempo a saludar a infinidad de fieles en la plaza de San Pedro que se agolpan para asistir a la audiencia general. Recorre las calles subido a su descapotable blanco, que ordena parar infinidad de veces para fijarse en uno y otros. Quiere hacerse cercano a todas esas personas que llevan un buen rato esperándole, una deferencia que revela empatía y un conocimiento profundo de los sentimientos de los demás.
Tras dedicar buena parte a este cometido, ha subido ya la escalinata central y se ha dispuesto para impartir la catequesis; un texto en el que también ha hecho gala de cómo entiende la condición humana. «A veces nos sentimos alegres, otras veces tristes, incluso satisfechos, estresados, gratificado, desmotivados». Hay éxitos que llegan y otros que nunca lo hacen. «En resumen, quisiéramos ser felices, pero es muy difícil conseguirlo de forma continuada y sin sombras. En el fondo, sentimos que siempre nos falta algo», ha detallado León XIV.

Creados para la plenitud
Pero ese sentimiento de carencia es normal que genere amargura, porque, «en verdad, no hemos sido creados para la falta, sino para la plenitud, para disfrutar de la vida y de la vida en abundancia». No se trata de tener tal o cual posición, o poder, o más cosas materiales. «Este deseo grande de nuestro corazón puede encontrar su última respuesta en la certeza de que alguien se hace garante de este impulso constitutivo de nuestra humanidad; en la conciencia de que esta espera no será decepcionada o frustrada».
«¿Quien se hace garante de este impulso constitutivo de nuestra humanidad?», cabría preguntarse. Según el Pontífice, «¡Jesús resucitado es la garantía de esta llegada!». Y ha añadido: «Él es la fuente que sacia nuestra sed ardiente, la sed infinita de plenitud que el Espíritu Santo infunde en nuestro corazón». Solo Él «responde a las preguntas más profundas de nuestro corazón: ¿hay realmente un punto de llegada para nosotros? ¿Tiene sentido nuestra existencia? ¿Y el sufrimiento de tantos inocentes, cómo podrá ser redimido?».

Nuestro compañero
No se trata de un futurible, que también, porque «nos asegura la quietud perfecta en la eternidad», sino que además «nos ofrece alivio en el camino terreno». Y Cristo «no deja caer una respuesta desde arriba, sino que se hace nuestro compañero en este viaje a menudo cansado, doloroso, misterioso. Solo Él puede llenar nuestra jarra vacía, cuando la sed se hace insoportable».
Por último, el Santo Padre ha reconocido que «somos criaturas frágiles» y que «el error forma parte de nuestra humanidad. Es la herida del pecado que nos hace caer». Al contrario «resurgir significa volver a levantarse y ponerse de pie». Y «el Resucitado garantiza la llegada, nos conduce a casa, donde somos esperados, amados, salvados. Hacer el viaje con Él al lado significa experimentar ser sostenidos a pesar de todo, saciados y fortalecidos en las pruebas y en las fatigas que, como piedras pesadas, amenazan con bloquear o desviar nuestra historia».