El Papa se reúne con un líder tribal de Papúa Nueva Guinea, en preparación de su viaje
Pertenece a la tribu de los huli, una de las más de 600 comunidades indígenas del país, cuya alimentación se compone principalmente de boniato. Su poblado de chozas de paja está rodeado de bosques donde viven aves del paraíso, canguros arborícolas y otras especies de animales exóticos
El Papa Francisco, a sus 87 años, tiene por delante del 2 al 13 de septiembre un viaje extenuante a Asia que lo llevará a Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur. Cuatro países en once días que supondrán un reto descomunal para el Papa, cuyos problemas de movilidad le impiden caminar distancias largas, obligándolo a usar la silla de ruedas. El Pontífice visitará Yakarta del 3 al 6 de septiembre; Port Moresby y Vanimo del 6 al 9 de septiembre, Dili del 9 al 11 de septiembre y Singapur del 11 al 13 de septiembre.
En preparación de este viaje, el más largo de su pontificado, el Papa ha recibido esta mañana en el Vaticano al jefe papú Mundiya Kepanga, oriundo de Papúa Nueva Guinea. Una cuarta parte de los bosques del país, situado al norte de Australia, ha sido destruida en los últimos 30 años. La deforestación es una de las amenazas más acuciantes para el planeta y Francisco lleva denunciándolo desde la publicación en junio del 2015 de la encíclica Laudato si, su particular alegato para salvar el medio ambiente
Kepanga suscribe el documento punto por punto. Este jefe tradicional de la tribu huli —que habita desde hace siglos en Tari, un pequeño pueblo a más de 2.000 metros de altitud— ha recorrido medio mundo para transmitir el mensaje que heredó de sus ancestros: cada vez que un árbol cae abatido, una parte de la humanidad muere con él. Su país contiene casi el 5 % de la biodiversidad mundial, pero la tala de árboles, perpetrada sobre todo por empresas extranjeras, lo ha dejado con grandes zonas despobladas de vegetación. La extracción de madera ha convertido desde el 2015 a Papúa Nueva Guinea en el primer país exportador mundial de madera tropical.
Militante en favor del medio ambiente
Por su condición de jefe tradicional, Mundiya Kepanga ejerce de mediador en conflictos territoriales y casos de robo de ganado. Pero desde mediados del 2010 también milita a favor del medio ambiente y viaja regularmente para participar en foros internacionales.
Este líder de la tribu de los huli, una de las más de 600 comunidades indígenas del país, cuya alimentación se compone principalmente de boniato, visitó la sede de la UNESCO en París hace dos años. Pero la primera vez que viajó a Francia fue para participar en la cumbre del clima de París, en 2015. Entonces comprendió «que el mundo entero se enfrentaba al cambio climático y que ese problema no solo nos afectaba a los papúes». «Entendí que había un interés de la humanidad por escuchar el mensaje de mis antepasados», señaló en la sede de la UNESCO ante un auditorio repleto en 2022.
«Con la caída de esos árboles, desaparecen unos gigantes únicos de la humanidad», señaló entonces Kepanga, tal y como recoge la página web de la UNESCO. «Nunca más volveremos a verlos. Y hoy en día, con el cambio climático, no sabemos si esos árboles volverán a crecer», añadió. Cuando era niño, cultivaba boniatos y plantaba árboles, igual que habían hecho sus padres. También se divertía con la captura de peces y animales pequeños.
Cultivos contaminados
La comunidad huli se alimentaba de los plátanos y boniatos «que nosotros mismos cultivábamos en el jardín, y esos productos no requerían ningún intercambio de dinero». «Con la mundialización, nuestra relación con el dinero experimentó un cambio. Ahora vendemos leña para hacer fuego, y hacemos dinero con las setas, las mariposas, nuestra propia tierra e incluso con lo que hay debajo», describió. De hecho, en su aldea, los niños quieren tener teléfono móvil y vivir en la ciudad. «Los jóvenes quieren la modernidad, pero, por otro lado, siguen muy vinculados a la tierra, las montañas, los bosques y la espiritualidad», declaró Mundiya.
El líder tribal también dejó claro que no se opone al desarrollo. «Antes, un simple caso de diarrea podía acabar con toda una aldea», aseguró. Sin embargo, su principal batalla es hacer consciente al mundo de cómo los efectos del cambio climático han envenenado la tierra de los hulis. Por ejemplo, los cultivos de boniato —que antes alimentaban a toda su tribu— ahora están plagados de parásitos invasores, mientras que las temperaturas aumentan, las precipitaciones escasean y las fuentes y los pantanos se secan. «Desde hace diez años se nota realmente un cambio», resaltó el jefe en la UNESCO.
La otra amenaza que se cierne sobre los bosques de los hulis es un enorme proyecto de gas natural licuado. Liderado por una empresa extranjera, que ha soliviantado a los propietarios de tierras, que todavía no han recibido ningún beneficio de la venta del gas en sus tierras. Kepanga ha encontrado en el Papa un aliado para salvar el planeta de la avidez de las empresas extractoras.