El Papa reclama el compromiso de la comunidad internacional en Sudán
En la solemnidad de Corpus Christi, Francisco ha recordado que celebrar la Eucaristía «no es un acto de culto desvinculado de la vida» sino que «nos hace capaces de convertirnos también en pan partido para los demás»
En su repaso dominical por los conflictos del mundo, el Papa Francisco ha fijado su mirada en la mañana de este domingo en Sudán. En el país africano, «la guerra que dura desde hace más de un año aún no ha encontrado una solución pacífica», ha subrayado después del rezo del ángelus.
«Que se silencien las armas», ha suplicado el Santo Padre. Ha pedido asimismo que «con el compromiso de las autoridades locales y de la comunidad internacional, se ayude a la población y a los numerosos desplazados» y que «los refugiados sudaneses encuentren acogida y protección en los países vecinos».
Al menos once civiles murieron y 42 resultaron heridos el pasado sábado como consecuencia de la reanudación de las hostilidades entre el Ejército sudanés y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido en El Fasher, la capital de Darfur Norte. Los enfrentamientos rompieron un par de días de relativa calma, informa Europa Press. Se constataron también ataques aéreos del Ejército contra posiciones paramilitares a las afueras de la ciudad.
ONG como Médicos sin Fronteras han avisado esta semana de que El Fasher está siendo escenario de «un baño de sangre», y que los combates ya han dejado, según las estimaciones más conservadoras, 150 muertos. Los enfrentamientos han provocado un éxodo masivo de población. Más de un millón y medio de personas se estaban refugiando de los combates en la ciudad y los campos de desplazados de alrededor hasta que las RSF comenzaron su ofensiva de noviembre.
Por último, como es habitual, ha pedido por «la atormentada Ucrania, Palestina, Israel y Myanmar». En todos ellos ha hecho un renovado «llamamiento a la sensatez de los gobernantes para que detengan la escalada y pongan todo su empeño en el diálogo y la negociación».
Convertirse en lo que comemos
Antes de la oración mariana, el Pontífice ha reflexionado en torno a la solemnidad de Corpus Christi, que en Italia y en otros muchos países se celebra este domingo; si bien en Roma ha estado marcada por la lluvia. Ha afirmado, por ejemplo, que «la Eucaristía recuerda ante todo la dimensión del don. Jesús toma el pan no para consumirlo solo, sino para partirlo y darlo a los discípulos, revelando así su identidad y su misión». Este consiste en que «no retuvo para sí la vida», sino que de toda ella, «Jesús hizo un don».
Por ello, celebrar la Eucaristía «no es un acto de culto desvinculado de la vida o un mero momento de consuelo personal». Al contrario, «la comunión con Él nos hace capaces de convertirnos también en pan partido para los demás, capaces de compartir lo que somos y lo que tenemos».
Citando a san León Magno, Francisco ha subrayado que «estamos llamados a convertirnos en lo que comemos, a ser eucarísticos, es decir, personas que ya no viven para sí mismas», sino que dándose se convierten en «profetas y constructoras de un mundo nuevo». «Cuando superamos el egoísmo y nos abrimos al amor, cuando cultivamos los lazos de fraternidad, cuando compartimos los sufrimientos de nuestros hermanos y compartimos nuestro pan y nuestros recursos con los necesitados, cuando ponemos nuestros talentos a disposición de todos», ha subrayado, «entonces partimos el pan de nuestra vida como Jesús».
A raíz de esta reflexión, ha invitado a los asistentes a preguntarse: «¿Guardo mi vida solo para mí o la doy como Jesús? ¿Me gasto por los demás o me encierro en mi pequeño yo? Y, en las situaciones cotidianas, ¿sé compartir o busco siempre mi propio interés?».
Esta tarde, Francisco presidirá la Misa de Corpus Christi en su catedral de Roma, la basílica de San Juan de Letrán, por primera vez desde 2017. Sus visitas a parroquias de la periferia y las restricciones por la pandemia de la COVID-19 lo habían impedido hasta ahora. A continuación, se retomarán también la procesión eucarística por vía Merulana, la arteria que conecta a la basílica de San Juan de Letrán con la de Santa María la Mayor.