El Papa propone una «diplomacia de la esperanza» para un mundo en guerra - Alfa y Omega

El Papa propone una «diplomacia de la esperanza» para un mundo en guerra

Debido a un leve resfriado, Francisco, con la voz algo ronca, se ha visto obligado a dejar de leer el discurso que tenía preparado en mitad del acto y ha pedido al subsecretario del Dicasterio para las Iglesias Orientales, Filippo Ciampanelli, que continuase por él con esta tarea

Victoria Isabel Cardiel C.
El Papa saluda a los presentes en la audiencia de esta mañana con el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede
El Papa saluda a los presentes en la audiencia de esta mañana con el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede. Foto: Vatican Media.

En la actualidad hay 184 Estados que mantienen relaciones diplomáticas plenas con la Santa Sede. A estos territorios, hay que añadir la Unión Europea y la Soberana Orden Militar de Malta. El Papa se ha reunido esta mañana con todos sus representantes diplomáticos en el Vaticano. En una audiencia que se organiza cada año en enero, en la que el Pontífice suele poner el acento en las crisis y conflictos que desangran el mundo, Francisco ha resaltado «la amenaza cada vez más concreta de una guerra mundial». No es una idea nueva. En el pasado, ha avisado de que, en estos momentos, con más de 50 conflictos bélicos abiertos en distintas partes del mundo, se vive una tercera guerra mundial por partes.

«No podemos aceptar de ningún modo que se bombardeen poblaciones civiles o se ataquen infraestructuras vitales para la subsistencia. No podemos aceptar el ver morir de frío a los niños porque se han destruido los hospitales y ha sido dañada la red energética de un país», ha exclamado. Como antídoto a este panorama desolador, el Papa ha propuesto una «diplomacia de la esperanza, de la que todos estamos llamados a ser heraldos, para que las densas nubes de la guerra sean barridas por un renovado viento de paz». Francisco ha enmarcado su petición de «superar la lógica de la confrontación y abrazar en su lugar la lógica del encuentro» en el Jubileo de la Esperanza que arrancó hace dos semanas.

En su discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, ha señalado en primer lugar que, por desgracia, «comenzamos este año mientras el mundo se encuentra desgarrado por numerosos conflictos, pequeños y grandes, más o menos conocidos y también por la reanudación de execrables actos de terror, como los ocurridos recientemente en Magdeburgo, en Alemania, y en Nueva Orleans, en Estados Unidos. Vemos también que en muchos países hay cada vez más contextos sociales y políticos exacerbados por contrastes crecientes». El Pontífice también se ha referido a las noticias falsas que «no sólo distorsionan la realidad de los hechos, sino que acaban deformando las conciencias, suscitando falsas percepciones de la realidad y generando un clima de sospecha que fomenta el odio».

Debido a un leve resfriado, Francisco, con la voz algo ronca, se ha visto obligado a dejar de leer el discurso que tenía preparado en mitad del acto y ha pedido al subsecretario del Dicasterio para las Iglesias Orientales, Filippo Ciampanelli, que continuase por él con esta tarea. En marzo del año pasado, Ciampanelli también leyó por el Papa sus discursos cuando arrastró durante varios meses una gripe que también le impidió leer textos largos.

Como es habitual, el Santo Padre ha hecho un repaso por las regiones del mundo que sufren algún tipo de conflicto. «Son numerosas las miserias de nuestro tiempo», ha lamentado con pesar. «Nunca como en esta época la humanidad ha experimentado el progreso, el desarrollo y la riqueza, y quizá nunca como hoy se ha encontrado sola y perdida, prefiriendo no pocas veces los animales domésticos a los niños. Urge recibir una buena nueva», ha añadido.

El Papa ha querido dejar claro que no es un mensaje exclusivamente dirigido para los católicos. «Todos -incluso los que no son creyentes- pueden convertirse en portadores de un anuncio de esperanza y de verdad».

Se ha referido, en concreto, a Venezuela y a la grave crisis política en la que se debate este país donde Nicolás Maduro pretende tomar posesión el viernes 10 de enero sin haber enseñado los resultados de las elecciones. La inestabilidad podrá ser superada -según el Papa- «con la adhesión sincera a los valores de la verdad, de la justicia y de la libertad, a través del respeto a la vida, a la dignidad y a los derechos de cada persona —incluidos los de quienes han sido arrestados a causa de los sucesos de los últimos meses— gracias al rechazo de cualquier tipo de violencia y, deseablemente, al comienzo de negociaciones de buena fe y finalizadas al bien común del país». También ha puesto el foco en Nicaragua, «donde la Santa Sede, que está siempre dispuesta a un diálogo respetuoso y constructivo, sigue con preocupación las medidas adoptadas con respecto a personas e instituciones de la Iglesia y hace votos para que a todos sean garantizados adecuadamente la libertad religiosa y los demás derechos fundamentales».

Por otro lado, Francisco ha deslizado una condena en firme del aborto que ha calificado sin ambages de «inaceptable». De hecho, «contradice los derechos humanos, en particular el derecho a la vida. Toda vida debe ser protegida, en todo momento, desde la concepción hasta la muerte natural, porque ningún niño es un error o culpable de existir, del mismo modo que ningún anciano o enfermo puede ser privado de esperanza y descartado».

Así ha manifestado su preocupación ante «el intento de instrumentalizar los documentos multilaterales -cambiando el significado de los términos o reinterpretando unilateralmente el contenido de los tratados de derechos humanos- para promover ideologías divisorias que pisotean los valores y la fe de los pueblos». «Se trata de una verdadera colonización ideológica que, según programas cuidadosamente planificados, intenta erradicar las tradiciones, la historia y los lazos religiosos de los pueblos. Es una mentalidad que, presumiendo de haber superado lo que considera ‘las páginas oscuras de la historia’, da cabida a la anulación de las culturas; no tolera las diferencias y se centra en los derechos de los individuos, descuidando los deberes para con los demás, especialmente los más débiles y frágiles», ha enfatizado.

En otro momento del discurso, ha denunciado formas «delicadas» de limitación de la libertad religiosa que se observan «a veces inclusive en Europa, donde aumentan las normas legales y las prácticas administrativas que limitan o anulan en la práctica los derechos que las Constituciones reconocen formalmente a cada creyente y a los grupos religiosos».

El Pontífice ha reiterado su petición de alto el fuego en Israel y Palestina, al tiempo que ha instado a la liberación de los rehenes israelíes en la Franja de Gaza, donde «se vive una situación humanitaria muy grave y despreciable, y pido que la población palestina reciba toda la ayuda necesaria».

«Mi esperanza es que israelíes y palestinos puedan reconstruir los puentes del diálogo y la confianza mutua, empezando por los más jóvenes, para que las generaciones venideras puedan convivir en los dos Estados, en paz y seguridad, y para que Jerusalén sea la ciudad del encuentro, donde cristianos, judíos y musulmanes convivan en armonía y respeto», ha reseñado.

El 2024 ha sido un año de avances diplomáticos en la Santa Sede. El 11 de octubre se firmó el Segundo Protocolo Adicional al Acuerdo con Burkina Faso sobre el estatuto jurídico de la Iglesia católica en el país. Once días después, fue prorrogado el acuerdo con China para el nombramiento de obispos de mutuo acuerdo por otros cuatro años.