El Papa propone la «pasión por la justicia» frente a una ciencia «insensible y amoral»
Durante la audiencia, Francisco ha calificado como «decisiva» la «resistencia» de los ancianos a los «efectos desmoralizantes» del «desencanto»
El Papa ha vuelto a hablar de la vejez en la audiencia general, pero esta ha empezado con el papamóvil detenido, antes de iniciar su recorrido por la plaza de San Pedro, para que se subieran cuatro o cinco niños que han acompañado a Francisco mientras saludaba a los fieles congregados. Un recorrido que ha detenido hasta en seis ocasiones para besar a diferentes bebés que le acercaban.
En realidad, es la forma que tiene el Santo Padre de decirle a las nuevas generaciones que escuchen a las personas mayores y su sabiduría. En ellos está, según el Pontífice, el remedio a la indiferencia, que «puede parecernos el único remedio para una dolorosa desilusión».
El Papa ha reconocido que «la vejez hace casi inevitable el encuentro con el desencanto». Sin embargo, la resistencia de los ancianos contra sus «efectos desmoralizantes es decisiva». Si estos, «que ya han visto de todo, conservan intacta su pasión por la justicia, entonces hay esperanza para el amor y para la fe».
Conocimiento sin moralidad
Los efectos de la desmoralización también se pueden observar a nivel colectivo, en una sociedad «revestida de cientificidad, pero muy insensible y amoral», ha lamentado Francisco. En este sentido, ha denunciado el «conocimiento que nos exime de la moralidad». Al principio, «parece una fuente de libertad, de energía, pero pronto se convierte en una parálisis del alma».
Aún más. Se trata de una «enfermedad del alma», que ya los «monjes de la más antigua tradición cristiana» llamaban «acedia». Es, según el Pontífice, una tentación que nos afecta a todos. Pero «no es simple pereza» o «depresión», más bien «es la rendición al conocimiento del mundo sin más pasión por la justicia y la acción consecuente».
Esto no es inocuo. «Son las fuerzas de una razón enloquecida que se vuelve cínica por exceso de ideología». De hecho, «con todo nuestro progreso y bienestar, nos hemos convertido verdaderamente en una sociedad del cansancio», ha concluido el Santo Padre. «Teníamos que producir bienestar generalizado y toleramos un mercado sanitario científicamente selectivo. Teníamos que poner un límite infranqueable a la paz, y vemos sucesión de guerras cada vez más despiadadas contra personas indefensas».