El Papa propone la educación ante la «la inseguridad social», «la hiperdigitalización» y «la crisis de las relaciones»
León XIV ha publicado una carta sobre la educación en la que pide a la Iglesia que actualice su propuesta. Insta a abordar tres frentes, formar para el diálogo con Dios, uso sabio de las tecnologías y aprender a reconciliarse
Si para conocer las prioridades del Papa León XIV miramos sus documentos magisteriales, el primero ha sido sobre los pobres, la exhortación apostólica Dilexi te, y el segundo, firmado este 27 de octubre, sobre la educación, la carta apostólica Diseñar nuevos mapas de esperanza. En ella relanza el Pacto Educativo Global y abre «tres nuevos frentes»: formar para la vida interior y el diálogo con la conciencia y con Dios, uso sabio de las tecnologías y aprender a reconciliarse. Con ellos responde a «la inseguridad social», «la hiperdigitalización» y «la crisis de las relaciones».
Con esta carta apostólica, anunciada por sorpresa hace sólo unos días, celebra los 60 años de Gravissimum Educationis, la declaración sobre la educación aprobada por los obispos en el Concilio Vaticano II y promulgada por Pablo VI el 28 de octubre de 1965. En aquellos tiempos muchos gobiernos de la esfera comunista tenían la exclusividad de la educación, y la Iglesia reivindicó el derecho de todas a la enseñanza y el de los padres a educar a sus hijos. Como en estos 60 años el mundo ha cambiado, León XIV parte de esos principios para afrontar nuevos desafíos. Por ejemplo, el papel de las nuevas tecnologías en la educación, el enfoque «mercantilista» de la enseñanza o la falta de colegios en zonas pobres.
«La historia nos interpela con nueva urgencia. Cambios rápidos y profundos exponen a niños, adolescentes y jóvenes a fragilidades sin precedentes. No basta con preservar (la propuesta educativa católica), hay que relanzarla», propone el Papa. En su «hoja de ruta» solicita a las instituciones educativas «hablar al corazón de las nuevas generaciones, recomponiendo conocimiento y sentido, competencia y responsabilidad, fe y vida».

Para conseguirlo, en primer lugar, retoma el Pacto Educativo con el que en 2020 Francisco movilizó a instituciones civiles y religiosas para «humanizar la educación». Éste tiene siete pilares: «poner a la persona en el centro; escuchar a los niños y a los jóvenes; promover la dignidad y la plena participación de la mujer; reconocer a la familia como primera educadora; estar abiertos a la acogida y a la inclusión; renovar la economía y la política al servicio de la humanidad; y cuidar la casa común». A ellos, León XIV añade tres prioridades, en el punto más relevante de la carta. «La primera se refiere a la vida interior: los jóvenes exigen profundidad; necesitamos espacios para el silencio, el discernimiento, el diálogo con la conciencia y con Dios. La segunda se refiere al humano digital: eduquemos en el uso sabio de las tecnologías y la IA, anteponiendo la persona al algoritmo y armonizando las inteligencias técnica, emocional, social, espiritual y ecológica. El tercero concierne al desarme y la paz: eduquemos en lenguajes no violentos, reconciliación, puentes y no muros».
Para conseguirlo, pide a la Iglesia que «actualice sus propuestas», que las adapte a las nuevas situaciones «con valentía, pero sin perder la fidelidad al Evangelio», que no se limite a formar expertos sino que forme a personas con «una visión del hombre como imagen de Dios, llamado a la verdad y al bien». Dice que se debe ofrecer sin miedo una solución cristiana a cuestiones como «la hiperdigitalización, que puede destrozar la atención; la crisis de las relaciones, que puede herir la psique; la inseguridad social y las desigualdades, que pueden apagar el deseo».
Escribe que «la columna vertebral de la pedagogía católica» es una «visión antropológica integral» que abarca el ámbito «espiritual, intelectual, afectivo, social, corporal». Por eso «no contrapone lo manual y lo teórico, la ciencia y el humanismo, la técnica y la conciencia, sino que pide que la profesionalidad esté habitada por la ética y que ésta no sea una palabra abstracta, sino una práctica cotidiana. La educación no mide su valor sólo en el eje de la eficacia: lo mide en la dignidad, en la justicia, en la capacidad de servir al bien común» y no «en términos de funcionalidad y utilidad práctica».

Propone también que las tecnologías estén «al servicio de la persona, y no la sustituyan», pues «deben enriquecer el proceso de aprendizaje, no empobrecer las relaciones y la comunidad». También alerta de la «tecnofobia». «Nuestra actitud hacia la tecnología nunca puede ser hostil», aclara. «Lo decisivo no es la tecnología, sino el uso que hacemos de ella. La inteligencia artificial y los entornos digitales deben orientarse a la protección de la dignidad, la justicia y el trabajo; regirse con criterios de ética pública y participación», apunta.
El Papa ha firmado la carta este lunes justo antes de una misa en la basílica de San Pedro, ante alumnos de universidades pontificias. «Quien estudia se eleva, amplía sus horizontes y sus perspectivas, para recuperar una mirada que no se fija sólo en lo bajo, sino que es capaz de mirar hacia arriba: hacia Dios, hacia los demás, hacia el misterio de la vida», les dijo en la homilía.
«Nos ha mirado con muchísimo afecto pero nos ha dado además un encargo tremendamente exigente: poner todas nuestras energías en ser fieles a la verdad, y asumir la responsabilidad que tenemos confiada», explicaba tras la ceremonia el rector de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, Fernando Puig. «Como universidades pide que tengamos un horizonte muy amplio y alto. Como instituciones fundadas en la fe, que ayudemos a personas doloridas a volver a mirar hacia arriba. Vamos a intentarlo, muy unidos a nuestro Papa León», aseguró.