El Papa Pontifex - Alfa y Omega

Aunque la palabra Pontífice suena demasiado formal, e incluso se asocia al vicio de «pontificar» por parte de quien no debe, su significado –del latín pontifex– es, sencillamente, constructor de puentes. Y esa es la pasión de Francisco. Puentes entre ricos y pobres, jóvenes y ancianos, creyentes de las distintas religiones, países opulentos y países destrozados… O entre naciones que se amenazan con guerras precisamente –si se puede hablar así– cuando menos falta hace en esta etapa marcada por la pandemia, el cambio climático y lo que el Papa diagnosticó hace ocho años: «No estamos en una era de cambios, sino en un cambio de era».

En encuentros con periodistas, Francisco se ha referido con lucidez al «uso político del miedo» por líderes sin escrúpulos, y al recurso a peligrosas tensiones militares para distraer al propio país en épocas de malestar. El riesgo es mayor cuando los nueve países con armas nucleares –empezando por Rusia, Estados Unidos y China– las modernizan a marchas forzadas. Y cuando Putin agita sables frente a Ucrania, en Bielorrusia y en Kazajistán. El pasado lunes, en su discurso anual a los 185 embajadores acreditados ante el Vaticano –el segundo cuerpo diplomático más numeroso después de Washington–, el Papa advirtió de que «entre las armas que la humanidad ha producido, las nucleares son motivo de especial preocupación». Francisco lamentó el nuevo aplazamiento de la X Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), y reiteró con fuerza que «un mundo sin armas nucleares es posible y necesario». El Santo Padre recordó que «la Santa Sede sigue insistiendo en que las armas nucleares son instrumentos inadecuados e inapropiados para responder a las amenazas a la seguridad en el siglo XXI y que su posesión es inmoral». Sencillamente porque «su uso, además de producir consecuencias humanitarias y medioambientales catastróficas, amenaza la existencia de la humanidad». El constructor de puentes insistió en que «los grandes desafíos de nuestro tiempo son todos globales». Por tanto, «es necesario recuperar el sentido de nuestra común identidad como única familia humana».