El Papa pide a Dios la paz que «los hombres solos no pueden construir»

El Papa pide a Dios la paz que «los hombres solos no pueden construir»

El cardenal Parolin ha leído en la Misa del Miércoles de Ceniza una homilía preparada por el Papa, en la que ha advertido frente a «la búsqueda frenética de recompensas mundanas»

Redacción
Miércoles de Ceniza en Santa Sabida con Parolin
El cardenal Parolin impone la ceniza en la basílica de Santa Sabina. Foto: Vatican.va

Por segunda vez este Miércoles de Ceniza, el Papa Francisco ha dirigido su mirada a la guerra en Ucrania. En su homilía para la celebración, que ha leído en su nombre el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, el Santo Padre ha pedido a Dios una paz que «los hombres solos no pueden construir».

En esta jornada de ayuno y oración por el país convocada por él mismo la semana pasada, informa Efe, el Pontífice concluía su homilía con estas palabras: «Oh Señor, tú que ves en lo secreto y nos recompensas más allá de todas nuestras expectativas, escucha las oraciones de todos los que confían en ti, especialmente de los más humildes, de los más probados, de los que sufren y huyen bajo el estruendo de las armas. Devuelve la paz a nuestros corazones, da de nuevo tu paz a nuestros días».

Francisco no ha podido presidir la celebración en la basílica romana de Santa Sabina debido a un dolor agudo de rodilla, de tipo reumático, que ha llevado a los médicos a prescribirle reposo. La ceremonia incluye tradicionalmente una procesión desde la cercana iglesia de San Anselmo. Sí ha participado esta mañana en la audiencia general de los miércoles con los fieles en el Aula Pablo VI, que ha presidido sentado. Tras la catequesis, agradeció a los polacos que abrieran «sus fronteras, sus corazones y las puertas de sus hogares a los ucranianos que huían de la guerra».

Medicina amarga pero eficaz

En el texto que leyó el número dos del Vaticano, el Papa explicaba también que la ceniza impuesta en la frente de los fieles es un recordatorio de la «caducidad de la condición humana». Esta reflexión, señaló, es «como una medicina amarga pero eficaz para curar la enfermedad de la apariencia», un mal que «esclaviza a la persona, llevándola a depender de la admiración de los demás».

«La ceniza saca a la luz la nada que se esconde detrás de la búsqueda frenética de recompensas mundanas, nos recuerda que la mundanidad es como el polvo, que un poco de viento es suficiente para llevársela», avisó. Francisco recomendó oración, caridad y ayuno. Esta última práctica, sostuvo, «no es una dieta» sino que sirve para liberar a las personas de «la autorreferencialidad de la búsqueda obsesiva del bienestar físico».