El Papa invita a mirar la historia «sin rencores ni olvidos»
«Me atrevo a decir que me siento parte de vuestra familia y me siento honrado», ha dicho a los indígenas en el último día de su viaje a Canadá
Tras celebrar la Eucaristía en privado y mantener un encuentro con miembros de la Compañía de Jesús en Canadá, el Papa ha comenzado la agenda pública de su último día en Canadá con un encuentro con un delegación de indígenas de Quebec. «Me atrevo a decir que me siento parte de vuestra familia y me siento honrado», ha dicho antes de partir en avión a Iqaluit, última etapa del viaje.
Durante su discurso, el Papa ha hecho balance de la visita: «He venido a Canadá para encontrarme con ustedes […], a descubrir en primera persona los frutos, buenos y malos, producidos por los miembros de la familia católica. He venido con espíritu penitencial para expresarles el dolor que llevo en el corazón por el mal que no pocos católicos les causaron apoyando políticas opresivas e injustas. He venido para que se prosiga en la búsqueda de la verdad, para que se progrese en la promoción de caminos de sanación y reconciliación, para que se siga sembrando la esperanza».
Así, el Pontífice ha reconocido que vuelve a casa «enriquecido» y que se lleva en el corazón «el tesoro de personas y pueblos que me han marcado, de historias y lugares que no podré olvidar». «El recuerdo de la fiesta de santa Ana, vivida junto a varias generaciones y a tantas familias indígenas, permanecerá indeleble en mi corazón. En un mundo que lamentablemente es tan a menudo individualista, ¡qué valioso es ese sentido de familiaridad y de comunidad que es tan genuino entre ustedes!», ha expresado.
Con el ejemplo presente de la Virgen María, de santa Ana y de santa Catalina Tekakwitha, Francisco ha invitado a «tejer una reconciliación que garantice los derechos de los más vulnerables y sepa mirar la historia sin rencores ni olvidos».
«Santa Catalina y la Virgen María recibieron de Dios un proyecto de vida y, sin preguntar a ningún hombre, dieron su sí con valentía. Estas mujeres podrían haber respondido mal a todos los que se oponían o permanecer sujetas a las normas patriarcales de su tiempo y resignarse, sin luchar por los sueños que Dios había impreso en sus almas. Pero abrieron camino y cumplieron aquello a lo que habían sido llamadas», ha concluido.