El Papa invita a la Iglesia de Sudán del Sur a estar «en medio de la vida dolorosa del pueblo»
En el encuentro con obispos, sacerdotes y religiosos les ha pedido que no sean «jefes de una tribu, sino pastores compasivos y misericordiosos»
El Papa Francisco se ha reunido este sábado con obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, diáconos y seminaristas en la catedral de Santa Teresa en Yuba, algunos de ellos llegados desde muy lejos, donde ha invitado a toda la Iglesia del país a «estar en medio de la vida dolorosa del pueblo» y a «ensuciarse las manos por la gente».
«Nunca debemos ejercitar el ministerio persiguiendo el prestigio religioso y social, sino caminando en medio y juntos, aprendiendo a escuchar y dialogar, colaborando entre nosotros ministros y con los laicos. Quisiera repetir esta palabra importante: juntos. Obispos y sacerdotes, sacerdotes y diáconos, pastores y seminaristas, ministros ordenados y religiosos, siempre en el respeto de la maravillosa especificidad de la vida religiosa», ha subrayado el Pontífice en el segundo día de su estancia en este joven país, que visita por primera vez un Papa.
En este sentido, los ha invitado a superar la tentación del individualismo y de los intereses de parte y ha constatado que es triste que haya pastores que no sean capaces de comunión ni logren colaborar entre ellos. «¡Incluso se ignora!», ha agregado, antes de animarlos al respeto, la cercanía y la colaboración.
También les ha dicho que en el servicio al pueblo no lo hagan desde la fortaleza personal, sino respetando la iniciativa de Dios. «Ante el Buen Pastor, comprendemos que no somos jefes de una tribu, sino pastores compasivos y misericordiosos; que no somos los dueños del pueblo, sino siervos que se inclinan a lavar los pies de los hermanos y hermanas; que no somos una organización mundana que administra bienes terrenos, sino la comunidad de los hijos de Dios», ha continuado.
Tres tareas: interceder, apoyar el camino y orar
A través de la figura de Moisés, Francisco ha ido recordando las tareas de los clérigos y religiosos con los fieles. Una de las ellas es la de interceder en favor del pueblo y, por tanto, levantar la voz «contra la injusticia y la prevaricación, que aplastan a la gente y utilizan la violencia para sacar adelante sus negocios a la sombra de conflictos». Así, les ha recordado que no pueden permanecer neutrales «al dolor provocado por las injusticias y agresiones», porque donde una mujer o un hombre son heridos en sus derechos «se ofende a Cristo».
Otra es la de apoyar el camino de cada hermano, como lo hizo Moisés: «No fue fácil, a menudo tuvo que alentar a un pueblo abatido y cansado, hambriento y sediento, que se dejaba arrastrar por la murmuración y la pereza». Y finalmente, la intercesión, para «sostener ante Dios las luchas del pueblo, atraer el perdón, administrar la reconciliación como canales de la misericordia de Dios que perdona los pecados».
«Queridos hermanos y hermanas, estas manos proféticas, extendidas y alzadas cuestan trabajo. Ser profetas, acompañantes, intercesores, mostrar con la vida el misterio de la cercanía de Dios a su Pueblo puede requerir dar la propia vida», ha dicho justo antes de recordar que muchos fueron víctimas de agresiones y atentados y que murieron por la causa del Evangelio y por el pueblo.