El Papa implora que las aguas del Mediterráneo «no vuelvan a teñirse de sangre» con más naufragios
Ha recordado la tragedia de Calabria en la que ya se han recuperado ya 71 cadáveres del mar
Hace una semana a estas horas, decenas de cuerpos sin vida yacían en las playas y las aguas de Steccatto di Cutro, en las costas de Calabria (sur de Italia). En la madrugada del sábado 25 al domingo 26 de febrero, un pesquero cargado con unas 200 personas se partía a 150 metros de la orilla, rompiendo así las vidas y los sueños de futuro de migrantes paquistaníes, sirios, iraníes, afganos… Una semana después se siguen buscando los cuerpos de los que todavía no han aparecido. Hay 81 supervivientes. Este mismo domingo se ha recuperado el cadáver de la víctima número 71 en las playas de la localidad de Botricello, a unos nueve kilómetros de donde naufragó el barco.
Francisco, que retomó su actividad este sábado tras una semana de ejercicios espirituales, ha vuelto a hablar de esta tragedia que ya mencionó el domingo pasado, aunque entonces no se conocía la magnitud completa de la catástrofe. La semana en Italia ha estado cargada de polémica política, con un Gobierno que considera que la solución a este drama es impedir las salidas de estas naves cargadas de desesperados, y una investigación abierta para descifrar qué pasó en las cinco horas transcurridas entre que Frontex dio aviso de la presencia de la nave y la actuación la Guardia Costiera, cuando ya el barco se estaba hundiendo.
«Expreso ahora mi dolor por la tragedia que en las aguas de Cutro, Crotone. Rezo por las numerosas víctimas del naufragio, por sus familiares y por todos los que han sobrevivido. Manifiesto mi aprecio y gratitud a la población local y a las instituciones por la solidaridad y la acogida hacia nuestros hermanos y hermanas. Renuevo a todos mi llamamiento para que no se repitan tragedias de este tipo. Que se detenga a los traficantes de seres humanos para que no sigan disponiendo de la vida de tantos inocentes. Que los viajes de la esperanza no se transformen nunca más en viajes de muerte. Que las limpias aguas del Mediterráneo no vuelvan a teñirse de sangre por estos dramáticos sucesos. Que Dios nos dé la fuerza de comprender y de llorar», ha dicho el Papa quien, a continuación, se ha recogido en oración guardando unos instantes de silencio por estas personas.
Francisco también ha vuelto a lamentar el terrible accidente ferroviario en Grecia. Durante la semana hizo llegar sus condolencias en forma de telegrama al pueblo griego. Y, una vez más, ha recordado «al martirizado pueblo ucraniano».
«Un anticipo del paraíso»
En este segundo domingo de Cuaresma, el Papa ha centrado su reflexión previa al rezo del ángelus en explicar el sentido de la Transfiguración. Ha asegurado que lo que presencian los discípulos es «un anticipo del paraíso»: «Ven la luz de la santidad de Dios resplandecer en el rostro y en las vestimentas de Jesús, imagen perfecta del Padre. Pero Dios es Amor, y, por lo tanto, los discípulos han visto con sus ojos la belleza y el esplendor del Amor divino encarnado en Cristo».
Francisco ha explicado que de esta manera Jesús quiere ir formándolos para que, cuando llegue el momento decisivo, puedan «reconocer en Él la misma belleza, cuando suba a la cruz y su rostro se desfigure» y para que esta belleza «les dé la fuerza de seguirlo hasta Jerusalén, hasta la cruz». Porque «la belleza de Cristo siempre nos lleva adelante», ha resumido el Pontífice.
A los discípulos les cuesta entender que ese momento de la Transfiguración no se prolongue, pero Cristo no lo desea así porque «su luz no se puede reducir a un “momento mágico” porque se convertiría en algo falso, artificial, que se disuelve en la niebla de los sentimientos pasajeros».
El Santo Padre ha asegurado que este episodio evangélico nos enseña «lo importante que es estar con Jesús, incluso cuando no es fácil entender todo lo que dice y lo que hace por nosotros». En definitiva, solo estando con Jesús «aprendemos a reconocer, en su rostro, la belleza luminosa del amor que se entrega, incluso cuando lleva las marcas de la cruz». Por ello, ha indicado que aprender a reconocer este rostro de Jesús es una auténtica escuela para reconocer esa belleza a nuestro alrededor, por ejemplo, en nuestros amigos y seres queridos. Así, ha animado a llenar nuestros corazones con las sonrisas, lágrimas, arrugas y cicatrices que hablan del amor a nuestro alrededor y a reconocer «la luz del amor de Dios en nuestra vida». También ha prevenido contra los falsos ídolos «que nos encierran en nosotros mismos».
«Y después llevemos también a los demás la luz que hemos recibido, con las obras concretas del amor, sumergiéndose con más generosidad en las tareas cotidianas, amando, sirviendo y perdonando con más entusiasmo y disponibilidad», ha concluido.