El Papa Francisco y la misión permanente. Aparecida: las raíces de un huracán
Aparecida lanzó a la Iglesia a la misión y a recuperar el protagonismo con los pobres. Comenzaba un huracán, que ya antes de la elección del Papa Francisco empezó a contagiar a la Iglesia universal su entusiasmo y vitalidad. El planteamiento de partida en Aparecida era muy simple. En palabras del cardenal Bergoglio, «o seguís a Jesús o no sos cristiano; o ponés la carne sobre el asador, o no sos cristiano»
Desde el 13 y hasta el 31 de mayo de 2007, con la presencia y el mensaje inaugural del Papa Benedicto XVI, cerca de 130 obispos y muchos invitados especiales, entre laicos y sacerdotes, celebraron la V Conferencia General del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), en el santuario mariano más importante de la nación y con mayor número de católicos del mundo: el santuario de Aparecida, en Brasil. El resultado final de la V CELAM fue un Pentecostés en la Iglesia del continente que Juan Pablo II bautizara como el de la esperanza. La esperanza para un nuevo concepto de misión y discipulado en este cambio de época, que también golpea —y de qué forma— al territorio geográfico que agrupa poco menos de la mitad de los católicos del mundo.
La solidaridad endurecida
El resultado final del encuentro de los obispos de Iberoamérica y el Caribe fue el conocido como Documento de Aparecida, que ha motivado, en seis años, la puesta en marcha de la misión continental, en la que la Iglesia se ha comprometido a revitalizar el encuentro con Jesucristo vivo para fomentar la solidaridad con todos, en especial con los pobres.
La Iglesia iberoamericana se definía por la opción preferencial de los pobres, y abogaba por la conversión pastoral explicada por el actual Presidente del CELAM, el arzobispo mexicano monseñor Carlos Aguiar Retes, como un paso adelante en salir a anunciar el Evangelio, dejando de lado la Iglesia clientelar, es decir, aquella que espera que los fieles vayan a ella.
El entonces arzobispo de Buenos Aires jugó un papel determinante en el texto final de Aparecida, como presidente de la Comisión de Redacción del documento. Según la descripción del sacerdote Eduardo Pérez-Cotapos, invitado especial en Aparecida, «la participación del cardenal Jorge Mario Bergoglio fue destacada, ejerció un rol muy apreciado y de mucha calidad en la presidencia de la Comisión de Redacción del documento final».
El propio cardenal Bergoglio, durante las Jornadas de Recepción y Aplicación de Aparecida, celebradas en Buenos Aires el mismo año del encuentro continental, dejó muy en claro lo que para él era el texto final: «El texto conclusivo que se produjo armoniza lo que se vivió de abajo hacia arriba, con el lema como eje, y donde se percibe toda una eclesiología de diversidad en la unidad». Según el entonces arzobispo y cardenal de Buenos Aires, uno de los ejes fundamentales de Aparecida, y luego del magisterio iberoamericano, respetado escrupulosamente por el Papa Benedicto XVI, «fue y es la opción por la vida para que tengan vida en Jesús. La Iglesia es consciente de que lo más barato hoy es la vida humana. En esta cuestión de la vida —mirando a Latinoamérica—, entramos en la cultura del descarte. Hay una nueva Ilustración: el progresismo ahistórico en el que la idea es superior a la realidad. El reduccionismo antropológico lleva a un terrorismo demográfico. Y esto, Aparecida lo denuncia».
No es gratuito, terminó diciendo el cardenal Bergoglio en aquella ocasión, que «la palabra más mencionada en el documento de Aparecida es la palabra vida». Y como corolario, al término del Quinto Encuentro Nacional de Sacerdotes en Argentina, subrayó a Radio María lo que para él era la contribución principal de Aparecida: «Hay que caer en la cuenta de que no se puede ser cristiano de etiqueta: o seguís a Jesús o no sos cristiano, o ponés la carne sobre el asador o no sos cristiano».
Iglesia y protagonismo histórico
Una de las principales fuentes de pensamiento, tanto de Aparecida como del CELAM —y aseguran también que del propio Bergoglio—, es el pensador uruguayo Alberto Methol Ferré. En la víspera de la V reunión de los obispos iberoamericanos, Alvar Metalli realizó un libro-entrevista a Methol Ferré —La América Latina del siglo XXI—, en la que se tocan multitud de temas, entre ellos, el de la pobreza y la superación en el subcontinente de la teología de la liberación.
La respuesta de Methol Ferré puede ser indicativa de muchos de los caminos seguidos por la Iglesia después de Aparecida y por el Sínodo por la Nueva Evangelización, realizado en Roma en octubre de 2012, que catapultó el esquema de Aparecida —el tema de la misión permanente— a alturas insospechadas: «Me parece que la Iglesia —afirma Methol Ferré— perdió un cierto protagonismo histórico de solidaridad con los pobres de Iberoamérica. Hablo de los pobres históricos, los de América Latina del siglo XXI, no los pobres de la Conquista de México».
Aparecida lanzó a la Iglesia a recuperar el protagonismo con los sufrientes. De este modo, contribuyó a que la nueva evangelización adquiriera nuevas connotaciones. El Papa Francisco insiste continuamente en la necesidad de salir a las periferias, no solamente geográficas, sino, sobre todo, a las periferias existenciales: ir adonde la gente sufre, donde Cristo está postrado.
Pero colaborador también destacado en la difusión de Aparecida fue Benedicto XVI. El documento final y lo mejor de la tradición teológica iberoamericana en el espíritu marcó los Sínodos de la Palabra —2008— y de la Nueva Evangelización —2012—.
Muy importante fue también el método: el documento de Aparecida se redactó con la conciencia muy clara de que la prioridad era su aplicación práctica. Testigo y actor tanto en Aparecida como en el Sínodo de la Palabra, el obispo de Querétaro, México, monseñor Faustino Armendáriz Jiménez, recuerda que, en los grupos de redacción del documento, «el cardenal Bergoglio, cuando nos visitaba, nos pedía que diéramos todos al documento un matiz pastoral, que recordáramos todos las comunidades de las que procedíamos».
A partir de 2007, incluso en los documentos de Benedicto XVI —asegura monseñor Armendáriz Jiménez—, «se refleja el espíritu de la misión permanente, que es el centro y el espíritu de este acontecimiento, y el cual asumimos los obispos latinoamericanos bajo el lema de la misión continental». Para el prelado mexicano, el vayan y anuncien la Buena Nueva de Jesús «es el camino y el futuro de la Iglesia: hacerle caso a Jesús».
Los pobres no son un estorbo
Sobre el tema de por qué ha sido elegido un Papa iberoamericano, monseñor Armendáriz Jiménez afirma que los cardenales electores «vieron en él el dinamismo de una Iglesia viva, de una Iglesia que intenta restablecerse de los desafíos que la han fragmentado (las sectas, el secularismo, la salida de los cristianos católicos…), y que, de pronto, está restituyendo la esperanza».
Finalmente, el obispo de Querétaro advierte que Aparecida —en la insistencia de la misión permanente y en el primer actuar del Papa Francisco— pide caminar no de lado de los pobres, «sino con ellos; la medida de Jesús es una Iglesia que está atenta, que se interesa por los pobres; no podemos tener a los pobres, a los migrantes por ejemplo, como un estorbo, sino como una oportunidad de caminar con Jesús».
El doctor en ciencia política de la Universidad argentina del Salvador, Marcelo Gullo destaca que, «no sólo conviene conocer las acciones llevadas a cabo por el entonces cardenal Bergoglio, sino que es imprescindible conocer su pensamiento para avizorar cómo será su ministerio petrino». En este sentido, para Gullo «importa resaltar que no hubo nunca, en el cardenal Bergoglio, diferencia alguna entre el pensamiento y la acción. Sin duda alguna, las profundas reflexiones del cardenal Bergoglio sobre la historia y el destino de la América Latina —reflexiones realizadas durante décadas— se reflejarán en su papado».
Y remata el politólogo argentino: «Conociendo su pensamiento, podemos afirmar que, durante el papado de Francisco, la centralidad de la Iglesia seguirá siendo Roma, pero su hija predilecta dejará de ser Europa para ser Iberoamérica, donde vive la mayor masa de católicos del mundo. Porque, para el Papa Francisco, el destino de los pueblos latinoamericanos y el destino de la catolicidad están estrechamente vinculados».
Liberados, salvados y misioneros
De ahí, finalmente, la importancia del Documento de Aparecida y de su penetración en el presente y el futuro de la Iglesia universal a través del Papa Francisco. Un documento, una misión permanente, que concluye con estas palabras que son válidas hoy para todos los católicos del planeta:
«Esta V Conferencia, recordando el mandato de ir y de hacer discípulos, desea despertar la Iglesia en Iberoamérica y El Caribe para un gran impulso misionero. No podemos desaprovechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de sentido, de verdad y amor, de alegría y de esperanza!
No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos, sino que urge acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte, que hemos sido liberados y salvados por la victoria pascual del Señor de la Historia, que Él nos convoca en la Iglesia, y que quiere multiplicar el número de sus discípulos y misioneros en la construcción de su Reino en nuestro continente.
Somos testigos y misioneros: en las grandes ciudades y campos, en las montañas y selvas de nuestra América, en todos los ambientes de la convivencia social, en los más diversos areópagos de la vida pública de las naciones, en las situaciones extremas de la existencia, asumiendo ad gentes nuestra solicitud por la misión universal de la Iglesia».