El Papa Francisco, al pueblo libanés: «Mi deseo de ir a visitarlos es grande» - Alfa y Omega

El Papa Francisco, al pueblo libanés: «Mi deseo de ir a visitarlos es grande»

El Pontífice ha vuelto a manifestar su deseo de viajar al Líbano al cumplirse un año de la explosión en el puerto de Beirut, que dejó más de 200 muertos y 6.500 heridos

Redacción
Protestas en Beirut tras la dimisión del primer ministro libanés, Saad Hariri, el pasado mes de julio. Foto: Efe / EPA / Nabil Mounzer.

El Papa Francisco ha tenido un recuerdo especial para el pueblo libanés cuando se cumple un año de la «terrible explosión acaecida en el puerto de Beirut» que causó la muerte a más de 200 personas, y heridas a más de 6.500. Durante la audiencia general de los miércoles, que ha retomado este 4 de agosto tras el descanso vacacional en el mes de julio, el Pontífice ha dirigido su pensamiento «a ese querido país [Líbano], sobre todo a las víctimas, a sus familias, y a tantos heridos». También «a todos aquellos que han perdido la casa y el trabajo», y a «muchos que han perdido la ilusión de vivir».

Tras la jornada de oración y reflexión por el Líbano del pasado 1 de julio, en la que «los líderes religiosos cristianos hemos acogido las aspiraciones y esperanzas del pueblo libanés, invocando de Dios la luz y esperanza para superar la dura crisis», el Santo Padre ha expresado con firmeza: «Hoy hago un llamamiento también a la comunidad internacional pidiendo que ayuden al Líbano a cumplir un camino de resurrección con gestos concretos; no con palabras solamente, con gestos concretos».

«Queridos libaneses –ha concluido–, mi deseo de ir a visitarlos es grande, y no me canso de rezar por ustedes, para que el Líbano vuelva a ser un mensaje de fraternidad, un mensaje de paz para todo Oriente medio».

Crisis económica, social y sanitaria

Según un estudio reciente de Save the Children, la cantidad que se necesitaría para hacer frente a las necesidades básicas en el país se ha incrementado un 550 % en el último año. Lo recoge Vatican News, que un año después de la tragedia en Líbano habla con el jesuita Oliver Borg. El sacerdote vivió en Beirut durante once años, hasta 2015, y allí fue asistente espiritual en el seminario interdiocesano, profesor de Teología Espiritual en la Universidad Saint Joseph, y trabajó con niños de la calle.

«Nuestros escolásticos y el provincial se salvaron de milagro», recuerda Borg de aquel día, en el que más de 200 personas perdieron la vida, y 7.000 resultaron heridas. La lentitud y opacidad en las investigaciones sobre el accidente, unida a la deprimida situación social y económica en la que ya estaba sumido el país, plantean un 4 de agosto tenso, día de duelo nacional, con manifestaciones previstas en Beirut.

Una calle de Beirut cortada durante la huelga general del pasado 17 de junio. Foto: EFE / EPA / Nabil Mounzer.

El jesuita describe el panorama en el que vive la población: salarios de 50 dólares al mes; la alimentación está racionada y es complicado acceder a carne, pescado o leche; la escasa gasolina que hay «se vende a través del mercado negro a Siria, que luego la vende a Líbano a un precio más caro»; desde la guerra, la electricidad «está garantizada solo por unas pocas horas», que se convierten en escasos cinco minutos en los barrios más pobres de la capital; los hospitales están colapsados, problema agravado por la pandemia, y hay escasez de medicamentos; las escuelas están al límite, y «los casos de suicidio son diarios».

Frente a ello, hay un 10 % de libaneses que, en palabras del sacerdote, «siguen llenando restaurantes, pubs y clubes de playa donde pagas hasta 1.000 dólares para ser miembro». «Si la clase política no realiza un buen examen de conciencia y una conversión verdadera y radical, hay poca esperanza para el país», se lamenta el jesuita.

La Iglesia, al frente

Ante esta realidad, la Iglesia en el Líbano se esfuerza por atender a los que más sufren. Tras la explosión, en su parroquia de Beirut se siguió atendiendo a los ancianos y a los pobres de la zona. Todavía se hace a día de hoy. «Los libaneses siempre han sido muy fuertes en esto. En 2006 la gente del sur fue bombardeada y todos abrieron escuelas para recibir a los que venían de allí. Aunque no tengan nada, el pueblo libanés está acostumbrado a ofrecer esa nada».

Sobre el deseo del Papa de ir al país, que ha manifestado ya en anteriores ocasiones, el jesuita asegura que «la gente lo espera con ansiedad y alegría; saben que el pastor no abandona el rebaño, y él es un verdadero pastor que sabe hablar a los corazones».