El Papa Francisco acepta la renuncia del arzobispo de París
Michel Aupetit había puesto su cargo a disposición del Papa después de que la prensa francesa publicara que había mantenido una relación amorosa con una mujer en 2012
Michel Aupetit ha dejado este jueves de ser arzobispo de París después de que el Papa Francisco haya aceptado su renuncia, presentada hace solo seis días. El prelado había tomado la decisión tras publicarse en prensa que había mantenido una relación amorosa con una mujer en 2012, una circunstancia que él mismo negó. Sí reconoció que había habido contacto y que este había sido «ambiguo», y que, por tanto, renunciaba al gobierno pastoral de París para no perjudicar a la Iglesia.
En la nota publicada por la Santa Sede solo se indica que Francisco ha aceptado la renuncia y que ha nombrado como administrador apostólico de la diócesis parisina a George Pontier, arzobispo emérito de Marsella, que fue, además, presidente de la Conferencia Episcopal de Francia (CEF).
A través de un comunicado, Michel Aupetit ha reiterado que su decisión estuvo motivada por la necesidad de «preservar a la diócesis de la división que siempre provocan la sospecha y la pérdida de confianza». «El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; bendito sea el nombre del Señor», ha añadido citando el libro de Job.
El prelado ha reconocido que le «molestaron mucho» los ataques recibidos, aunque «está profundamente en paz». «Rezo por aquellos que me han deseado mal. Pido perdón a quienes haya podido herir. Agradezco a las muchísimas personas que me han mostrado su confianza y su afecto en estos ocho días», ha añadido.
A modo de balance, ha señalado que la diócesis de París «está llena de un profundo dinamismo», que está en el camino «de vivir la fraternidad desde nuestro bautismo común, en una sinodalidad entre los diferentes estados de vida». Y ha continuado: «Este impulso no se perderá y pido a todos que trabajen para que lo que ha comenzado se cumpla con el aliento del Espíritu».
Tras congratularse por haber servido a una diócesis «con magníficos equipos, sacerdotes, laicos y consagrados», ha concluido su escrito con una frase de su primera homilía como arzobispo de París: «¡No miren al arzobispo, miren a Cristo!».