El Papa celebra Misa para setecientos mil fieles en la clausura de la JMJ de Panamá
Francisco ha enardecido a los setecientos mil fieles asegurando a los jóvenes que «ustedes no son el futuro. No, no. ¡Son el presente! Ustedes son el ‘ahora’ de Dios!». La próxima JMJ será en Lisboa en 2022
En una despedida cargada de emoción, el Papa Francisco ha celebrado el domingo la Misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud de Panamá ante setecientas mil personas, cifra extraordinaria para un país de solo cuatro millones de habitantes. Un tremendo aplauso ha acogido el anuncio de la siguiente cita de jóvenes de todo el planeta: la próxima JMJ será en Lisboa en 2022.
La inmensa explanada en las afueras de la capital, donde cientos de miles de jóvenes habían dormido al aire libre, se había despertado con música tecno a las seis de la mañana para iniciar la misa a las ocho, un madrugón obligado por la fuerza del sol en Panamá incluso en mitad del «invierno».
Como es habitual en América, varios presidentes acudieron a estar con el Papa y los jóvenes de sus países. Acompañaban al presidente de Panamá los de Guatemala, Honduras, El Salvador, Costa Rica, Colombia y también el de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, que veía culminado el sueño de llevar la próxima JMJ a su país en dos escenarios enlazados: Lisboa y Fátima.
El mayor encuentro mundial de jóvenes -con diferencia abrumadora sobre cualquier otro- ha sido un éxito organizativo y de participación juvenil, con la alegría añadida de haber dado una oportunidad única a chicas y chicos de América Central que no hubiesen podido viajar a países lejanos en su propio continente, y mucho menos a Europa.
En la Misa de clausura, el Papa ha enardecido a los setecientos mil fieles asegurando a los jóvenes que «ustedes no son el futuro. No, no. ¡Son el presente! Ustedes son el “ahora” de Dios!». Después de un estruendoso aplauso, la inmensa multitud se ha vuelto silenciosa y reflexiva ante la invitación a enamorarse «no mañana, sino ahora», pues «aquello que los enamore conquistará no solo vuestra imaginación sino que lo afectará todo».
Francisco les ha explicado que la fuerza del amor «será lo que los haga levantarse por la mañana y los impulse en las horas de cansancio, lo que les rompa el corazón y lo que les haga llenarse de asombro, alegría y gratitud».
No les hablaba de un amor cualquiera sino de uno muy especial: «Podremos tener todo, pero si falta la pasión del amor, faltará todo. ¡Dejemos que el Señor nos enamore!».
Santa María La Antigua
A pocos pasos del altar, la hermosa imagen de Santa María la Antigua -una advocación de la catedral de Sevilla traída por los españoles en 1510- miraba también a la interminable explanada de puntos de colores vivos, que había sido un mar de banderas ondeantes justo hasta el comienzo de la Misa.
Ahora los jóvenes escuchaban pensativos un mensaje centrado en que no malgasten esos años como una especie de «sala de espera» de la vida.
Según Francisco, deben descubrir su misión y su vocación en la vida ahora, escuchando a «un Dios tan concreto y cotidiano, tan concreto y real» que llega a «hacerse presente y actuar a través de alguien conocido como puede ser un vecino, un amigo, un familiar».
Esa manifestación divina en la vida de cada cristiano no es aparatosa «porque un Dios cercano y cotidiano, amigo y hermano nos pide aprender de cercanías, de cotidianidad y sobre todo de fraternidad».
El Papa les hizo notar que la decisión de servir a Dios y a los demás en lo cotidiano abre puertas a una dimensión inesperada: «Que vuestro ‘sí’ siga siendo la puerta de ingreso para que le Espíritu Santo nos regale una nueva Pentecostés al mundo y a la Iglesia».
Juan Vicente Boo / ABC. Panamá