El Papa, al Congreso de Vocaciones: «Lleven a Dios allí donde Él los envíe»
Francisco ha pedido para los participantes «una mirada capaz de percibir la necesidad del hermano» allí donde cada uno esté: «En la oficina, en la familia, en el apostolado…»
El Papa ha saludado a todos los más de 3.000 participantes en el Congreso de Vocaciones, organizado por la Conferencia Episcopal entre el 7 y el 9 de febrero, a través de un mensaje leído por el nuncio en España, Bernardito Auza. En él, Francisco ha reflexionado a partir del lema ¿Para quién soy?, que recoge precisamente unas palabras de su exhortación apostólica postsinodal Christus vivit.
«Muchas veces —nos dice el documento—, en la vida, perdemos tiempo preguntándonos: “Pero, ¿quién soy yo?”; no llegamos, sin embargo, a la pregunta fundamental: “¿Para quién soy yo?”. Eres para Dios, sin duda. Pero Él quiso que seas también para los demás, y puso en ti muchas cualidades, inclinaciones, dones y carismas que no son para ti, sino para otros», destaca el Pontífice.
A continuación el Santo Padre se detiene en la parábola del joven rico. En ella el Señor nos hace ver que «la bondad a la que aspiramos no se consigue cumpliendo requisitos y alcanzando objetivos», sino con «el don total de nosotros mismos, el seguir a Jesús en la prueba del amor más grande».
El «ven y sígueme» de Jesús al chico parece que solo hace referencia «a un determinado tipo de vocación específica, solo a quienes se sienten llamados a abrazar la radicalidad de la pobreza evangélica», indica el Papa. «Pero no es verdad, lo podemos escuchar dirigido a cada uno de nosotros. Todos somos administradores de los dones de gracia y de naturaleza que el Señor nos ha regalado, y nuestros talentos son para ponerlos en el banco y sacar interés, nuestros bienes para venderlos, de forma que el fruto llegue a los demás».
La DANA y el joven rico
En este sentido, Francisco ha rememorado la DANA, al ser «una situación que nos interpela profundamente» y que hace referencia directamente a la pregunta ¿para quién soy? «Cuántos testimonios de valentía, de solidaridad, de ver que en ese contexto lo que tengo, lo que soy, tiene un propósito concreto: los otros». Y cuando eso no ocurre, «se ve claro el amargor», ha aseverado.
Eso es lo que le ocurre al joven rico. «No supo invertir en el negocio esencial al que Dios le invitaba». Al contrario, «se preocupa de sus bienes, de lo que tiene» y, al final, «se aleja entristecido porque no es capaz de dar el paso de la donación». Qué distinto el testimonio de todos aquellos voluntarios de la DANA, o que acogen migrantes o de los que se involucraron ante la catástrofe provocada por el volcán de La Palma. «Son los primeros en ponerse manos a la obra».
Aludiendo a este ejemplo, el Pontífice ha pedido a los jóvenes españoles, de cara «al discernimiento de la propia vocación», seguir «ese ejemplo para captar el valor de los bienes espirituales o materiales que estamos llamados a gestionar». Y ha añadido: «No los derrochemos usándolos para alejar a los demás de nosotros y de Dios, sino busquemos poder decir que no nos debemos más que amor».
Por último, el Santo Padre ha pedido para los participantes «una mirada capaz de percibir la necesidad del hermano». Pero «no en abstracto, sino en lo concreto de unos ojos que se clavan en nosotros como los del paralítico del templo». Y ha citado: «En la oficina, en la familia, en el apostolado, en el servicio, lleven a Dios allí donde Él los envíe, esa es nuestra vocación».