El Papa a la COP26: «No hay más tiempo que perder» - Alfa y Omega

El Papa a la COP26: «No hay más tiempo que perder»

En su discurso, leído por Parolin, Francisco ha recalcado la necesidad de «una acción urgente, valiente y responsable» ante el cambio climático

Redacción
Parolin durante la lectura del discurso. Foto: Vatican News.

Hay que «actuar para preparar un futuro en el que la humanidad sea capaz de cuidarse a sí misma y a la naturaleza». Este ha sido el apremiante llamamiento del Papa a los líderes mundiales reunidos en Glasgow, Escocia, en la Conferencia de los Estados Parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la COP26. Un discurso, difundido por Vatican News, donde las palabras voluntad política, compromiso, responsabilidad se han alternado con otras como pospandemia, deuda ecológica, deuda externa, migrantes climáticos y desequilibrios comerciales o financieros. Y como resumen de todo ello, una advertencia: «No hay más tiempo que perder».

En su mensaje, dirigido al presidente de la COP26 Alok Sharma y leído por el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin ante los representantes de más de 200 países que hasta el 12 de noviembre debatirán sobre el calentamiento global, el Papa ha recalcado la necesidad de «una acción urgente, valiente y responsable» si se quieren alcanzar los objetivos escritos en el Acuerdo de París de forma coordinada y responsable. «Son ambiciosos, pero no pueden retrasarse».

Voluntad política

Más allá de la urgencia, el Pontífice ha cuestionado si en la COP26 «realmente existe la voluntad política» de asignar con honestidad y responsabilidad más recursos financieros y tecnológicos para mitigar los efectos negativos del cambio climático, así como para ayudar a las poblaciones más pobres y vulnerables, que son las que más sufren.

Frente a esta posibilidad, el Santo Padre ha pedido unidad. «Solo podremos vencer si todos participamos en este desafío», ha asegurado. «No tenemos alternativas». Hay que trabajar con una «profunda y solidaria colaboración entre todos los pueblos del mundo». Y entre todas las personas, porque se «requiere una conversión real, individual, pero también comunitaria», para lograr «una transición hacia un modelo de desarrollo más integral basado en la solidaridad».

Deuda ecológica

Por último, el Papa ha pedido que se preste una «especial atención a las poblaciones más vulnerables, con las que se ha acumulado una deuda ecológica vinculada tanto a los desequilibrios comerciales con consecuencias medioambientales, como al uso desproporcionado de los recursos naturales propios y ajenos. No lo podemos negar».

De esta forma, es necesario que los países desarrollados contribuyan a la solución de la «deuda ecológica» limitando significativamente el consumo de energía no renovable y aportando recursos a los países más necesitados para promover políticas y programas de desarrollo sostenible.

Antes de concluir, Francisco ha señalado «con amargura lo lejos que estamos de lograr los objetivos deseados para combatir el cambio climático. Hay que decirlo honestamente: ¡no nos lo podemos permitir!». «Este es el momento de tomar decisiones que les dé motivos a los jóvenes para confiar en el futuro».

El afán de lucro que condena a los niños

También este martes, el cardenal Parolin ha criticado en nombre del Papa «el afán de lucro desmedido que condena a niños y a jóvenes al brutal yugo de la explotación laboral». En un mensaje con motivo de la sesión inaugural del encuentro mundial sobre la erradicación del trabajo infantil en la agricultura, desde el Vaticano se pide que de este foro «surja un potente clamor que reclame a las instancias internacionales y nacionales competentes que se defienda la serenidad y felicidad de los niños».

El texto denuncia también cómo la pandemia «ha empujado a un número creciente de menores a abandonar la escuela para caer en las garras de esta forma de esclavitud». Son niños que acaban enfermando en muchas ocasiones por «las deplorables condiciones en las que han de desarrollar las tareas que vilmente se les exigen», recoge EFE.

«El trabajo infantil se convierte en un flagelo» que limita las oportunidades de futuro de los niños «para satisfacer las necesidades productivas y lucrativas de los adultos», asegura. En el sector agrícola, este drama afecta a miles de niños que se ven obligados a «trabajar incansablemente, en condiciones agotadoras, precarias y degradantes, sufriendo maltratos, abusos y discriminación», a veces con el permiso de sus padres, porque su contribución es fundamental para mantener económicamente a la familia.