Este año hay que compadecer a los esforzados guionistas que, en torno a nochevieja, suelen espigar lo mejor del año que se marcha y servírnoslo en programas-resumen tan baratos como agradecidos, en estas noches acostumbradas a espacios enlatados.
Con carácter general, el esfuerzo ha sido ímprobo en informativos y el entretenimiento, con alguna excepción, se ha visto forzado a tirar de repeticiones y a salvar la pandemia como buenamente ha podido.
Entre las agradables excepciones nos hemos topado con nuevas entregas de El paisano, un programa blanco, muy bien realizado técnicamente, con una magnífica banda sonora, y hecho, en esta ocasión, a la mayor gloria de Leo Harlem, que se emite en La 1 de TVE los miércoles a las 22:10 horas.
A medio camino entre el programa de viajes, que hunde sus raíces en inolvidables piezas televisivas como la del país en la mochila de Labordeta, y los monólogos, tan de moda en los últimos tiempos, el programa recorre pintorescos pueblos de España y echa un rato con sus paisanos, con la naturalidad de quien echa una partida de cartas en el bar. Ya lo hizo antes, con acentos distintos, Eva Hache. Leo Harlem es ahora un paisano con todas las de la ley, el protagonista indiscutible (a veces un tanto excesivo), junto a las gentes y a los paisajes de unas tierras que reivindican con sencillez a la llamada España vacía y vaciada. Todo en un tono ligero, que da exactamente lo que promete, sin alardes, y que lo mismo te incluye en el buen rollo a la alcaldesa que al cura, que al que anda faenando en el campo.
Son entregas de poco más de 50 minutos cada una, por las que han pasado, desde abril, Cogolludo, Montanejos, Rubielos de Mora, Alaejos o Alcalá del Júcar, entre otros. Para pasar un buen rato, en compañía de buenas gentes, que no es poco.