El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano - Alfa y Omega

El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano

Jueves. San Estanislao, obispo y mártir / Juan 3, 16‐21

Carlos Pérez Laporta
Foto: Freepik.

Evangelio: Juan 3, 16‐21

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.

El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Comentario

La vida está hecha de nuestros planes, pero también de accidentes —que traen sus sufrimientos—, de momentos alegres o tristes, pero también de momentos anodinos e insignificantes. Nuestro corazón está plagado de contradicciones. Nuestras vidas permanecen siempre inacabadas e imperfectas. Todo nuestro esfuerzo moral no llega a permitirnos que nos sentemos a descansar.

En ocasiones nuestros discursos o ideas nos despegan de esa realidad viva, y nos hacen pensar que ya está todo controlado. Nuestras ideas morales, políticas o filosóficas aparecen redondas y acabadas. Pero nunca recogen la vida, nunca coinciden con la vida agitada y dispersa. Nuestra visión de las cosas siempre será parcial. Somos de carne, y ninguno de nosotros es capaz de juntar las palabras que comprendan la vida en su totalidad. «El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra», ha dicho Jesús. ¿Hay algo que pueda dar sentido y unidad a la vida entera, con toda su indeterminación? ¿Cuál es la verdad de la vida? «Mientras hay vida hay dispersión, contradicción. Nada vivo alcanza la unidad sino en la muerte», escribió María Zambrano.

«El que viene de lo alto está por encima de todos», ha repetido dos veces Jesús. Él dice que «ha visto y ha oído» el secreto de la vida, que da sentido a todos sus contrastes y polaridades, porque viene de lo alto, del cielo, de quien hizo esa vida: «El que Dios envió habla las palabras de Dios». La verdad de Cristo no es una idea, es la vida desbordante —«porque no da el Espíritu con medida»— capaz de asimilar todas nuestras contradicciones y accidentes. La vida del resucitado, que nos viene de lo alto, permite entender que toda nuestra vida tendrá sentido más allá de la muerte, con todas sus heridas. Por eso, dice Jesús que «el que cree en el Hijo posee la vida eterna».