El obispo de Bilbao pide la disolución definitiva de ETA
Monseñor Iceta pidió perdón por las actuaciones «poco evangélicas» de la Iglesia en el acompañamiento a las víctimas y pide a los cristianos «ser testigos de la paz»
«La Iglesia es experta en humanidad, y en una sociedad castigada durante décadas por el terrorismo, podemos aportar todo lo que hemos recibido del Señor para ser agentes de reconciliación, capaces de hacer llegar la gracia de Dios a todos. Por eso quisimos celebrar el encuentro de Guernica, para trabajar y orar juntos. Y aunque aún no tengo las conclusiones de los grupos de trabajo, puedo decir que fue un momento lleno de esperanza». Así explica a Alfa y Omega monseñor Mario Iceta, obispo de Bilbao, por qué ha querido celebrar un encuentro diocesano de oración, reflexión y trabajo «contra la indiferencia» y por la reconciliación en el País Vasco. Estaban convocados a él no solo los católicos de Bilbao, sino también víctimas de la violencia etarra y sus agresores.
Monseñor Iceta sabe que sanar la división generada por el terrorismo no será fácil, pero confía en «que la misericordia de Dios venza todas las barreras y toque el corazón de la sociedad vasca». Punto en el que entra la Iglesia, «porque los cristianos tenemos que ser testigos convincentes de la paz».
El encuentro reunió el sábado a un centenar de personas que respondieron a la invitación lanzada por monseñor Iceta, en la que el prelado pedía «discernir a la luz del Evangelio» cuestiones como «la entrega de armamento y disolución definitiva de ETA»; el «acompañamiento y reparación de las víctimas»; los movimientos «tendentes a repensar la situación de las personas encarceladas y sus familias» y «la petición de perdón por aquellas actuaciones en las que no hemos respondido adecuadamente a las exigencias evangélicas». Los participantes escucharon las meditaciones de los párrocos de Azcoitia y Erandio, y se reunieron por grupos para «definir las líneas de actuación en la realidad social y eclesial que nos toca vivir». «La violencia ejercida durante las últimas décadas», afirmaba monseñor Iceta, ha dejado «un reguero de sufrimiento sobrecogedor e injusto» que la Iglesia de Bilbao quiere sanar.