El Museo de la colegiata de Santa María, en Borja: La belleza que brota de la fe - Alfa y Omega

El Museo de la colegiata de Santa María, en Borja: La belleza que brota de la fe

La ciudad aragonesa de Borja acoge, desde hace unas semanas, a una riada de visitantes, atraídos por la fallida restauración del Ecce Homo, en el santuario de la Misericordia. Muchos de esos turistas ignoran que, muy cerca de allí, el Museo de la Colegiata acoge auténticos tesoros, en particular, una completa colección de arte gótico

Amparo Latre
El edificio del Museo, junto a la antigua Colegiata. Foto: Enrique Lacleta Paños.

Tiene un rico pasado, pero mira al futuro, y por eso está abierto a los jóvenes que estudian en los centros de la ciudad y que, año tras año, participan en las visitas guiadas que el museo organiza a lo largo del curso.

En primer lugar, merece la pena detenerse a contemplar el edificio. Fue construido por el Ayuntamiento de Borja en el año 1560, en colaboración con la Iglesia, para servir de sede al Hospital Sancti Spiritus. Tras la desamortización, fue abandonado en 1869, cuando el hospital se ubicó en el antiguo convento de capuchinos, donde todavía subsiste como residencia de ancianos. El edificio es un espléndido ejemplo de la arquitectura renacentista aragonesa del XVI, que conserva un magnífico patio con columnas anilladas. En una de ellas están las armas de la ciudad de Borja.

En torno al patio, y distribuidas en las tres plantas visitables, se disponen las ocho salas del Museo de la Colegiata. La mayor parte de las obras que se exhiben proceden de la propia colegiata, aunque hay algunas que pertenecieron a conventos desamortizados y a las ermitas del entorno de la población.

Riqueza patrimonial

Don Manuel Gracia Rivas es el presidente del Centro de Estudios Borjanos, de la Institución Fernando el Católico, organismo adscrito al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, para el estudio y promoción de la cultura y ciencia aragonesas. Este experto destaca la colección de pintura gótica del museo: «Está integrada por las tablas que constituían el retablo mayor, encargado a los hermanos Zahortiga, de ascendencia judía, en 1460, poco después de ser erigida en colegiata. Fue desmontado en el siglo XVII, para ser sustituido por el actual retablo barroco, pero las tablas se conservaron y, recientemente, han sido restauradas. Su importancia radica en sus dimensiones, su calidad artística y en el hecho de ser un documento gráfico de sumo interés para la vida cotidiana de la época y los usos y costumbres judías, muy bien reflejados en alguna de las tablas».

Los melómanos pueden encontrar el mayor atractivo en la Sala dedicada a la música. Allí se exponen dos bajones, instrumentos musicales que utilizaba la capilla de Música de la colegiata. «Estos instrumentos —destaca don Manuel Gracia— son un precedente de los modernos fagots; son escasos y es muy infrecuente el hecho de que, en un mismo lugar, se conserven dos como éstos». El primero de ellos es un bajón de tres piezas, de taller español, datado en el siglo XVII. El segundo, del siglo XVIII, es de cuatro piezas, y se fabricó en París, por la casa Savari.

La Sala VII del museo también reclama una especial atención, ya que, en este punto del recorrido, nos espera la colección de lienzos del siglo XVII con imágenes de santas mártires, que fueron encargadas por el cabildo para decorar el templo en las grandes solemnidades.

La Sala III presenta un recorrido por la historia de la Redención, destacando el papel desempeñado por la Virgen. Entre sus obras más significativas está un Ecce Homo de escuela española, procedente de un legado testamentario. También es de gran valor artístico el Cristo yacente, realizado por Gregorio de Messa en 1699. El interés radica en el hecho de que es una obra de terracota de gran tamaño. El autor se había formado en esta técnica en la ciudad de Toulouse y fue, además, uno de los grandes escultores aragoneses del siglo XVII que realizó el actual retablo de la colegiata.

El Museo de la Colegiata fue creado en el año 2003, a raíz de un acuerdo entre el Obispado de Tarazona y el Ayuntamiento. Con la ayuda del Gobierno de Aragón, de la Diputación Provincial de Zaragoza, del Ayuntamiento de Borja y de la diócesis, se ha desarrollado un amplio programa de restauración de sus fondos.