El monje y la esclerosis - Alfa y Omega

Nicolas Diat da un paseo por la abadía de Lagrasse y llega al cementerio de los monjes. Allí ve algo que le horroriza: una tumba recién cavada. Alguien que en ese momento está vivo será enterrado. Precisamente el joven al que descubre volviendo del paseo, esa misma mañana, al lado de una enfermera. El hermano Vicent-Marie. Yo conocía la historia de este monje muerto a los 36. Una fotografía de su rostro me ha conmovido siempre, por entrañable. Esa expresión trágica a la vez que cariñosa. Sus ojos radiantes, escondidos tras unas lentes, me proponían un acertijo: ¿cómo es posible que alguien sonría así desde una esclerosis múltiple?

He sabido más acerca de este monje leyendo Tiempo de morir (Palabra, 2021). Una crónica donde Nicolas Diat retrata la muerte de los monjes en la sociedad medicalizada. En la que la muerte «se entierra en bajos sótanos o se maquilla». La muerte del monje, acompañado de los suyos, es una aldea gala que resiste al imperio de César. Pero la pregunta sigue siendo ¿cómo es posible que alguien sonría cuando la muerte va devorando su cuerpo joven?

Nos cuenta Diat que el joven Vicent-Marie vivió la enfermedad como un camino y no como una muralla. De hecho, la esclerosis fue el empujoncito que le ayudó a dar el paso y entrar en la abadía. Quería curarse, por descontado, y lo intentó, pero con el curso del tiempo los síntomas se multiplicaron. «La enfermedad, odiosa y perversa, se esmera con la puesta en escena». El joven religioso tenía que caminar ayudado con un bastón o apoyándose en los muros del claustro. Sufría fuertes sacudidas, se ahogaba, dejó de hablar. Convertidos en enfermeros, los otros monjes sufrían aquellos síntomas aparatosos, reconfortados a la vez que exhaustos por la actitud del joven, quien nunca pataleaba. «El hermano Vicent deseaba vivir su muerte». No quería que se la robaran, que se le confiscase la agonía. Como la mayoría de los monjes, prefirió expirar entre los suyos, lejos de la soledad de un hospital, a salvo del encarnizamiento terapéutico.

Cuando se acerca la muerte, los monjes son «como niños felices e inocentes que esperan con impaciencia abrir un regalo». Vicent-Marie lo abrió el 10 de abril de 2016. Hacía mucho tiempo que no lloraba con un libro. Que no temblaba, estremecido por algo sagrado, que supera mi entendimiento.

Ruega por mí, Vicent.