El mensaje del Papa a la ONU. Lo legal no siempre es justo - Alfa y Omega

El mensaje del Papa a la ONU. Lo legal no siempre es justo

Benedicto XVI reclamó, ante la Asamblea General de la ONU, el respeto por la libertad religiosa, defendió que no toda disposición legal es necesariamente justa y reivindicó la intervención internacional en determinadas situaciones. «La indiferencia o la falta de intervención de la comunidad internacional puede causar un daño real», recordó

José Antonio Méndez

La casta política ha cambiado. Mucho. De no ser así, no se entiende que los representantes internacionales ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) recibiesen al Papa Benedicto XVI con las cámaras de sus teléfonos móviles en la mano, como si valorasen más su imagen que su discurso. Sin embargo, el Santo Padre no pareció afectado por este detalle cuando, el pasado viernes, cruzó la moqueta verde de la Asamblea General de la ONU. Poco antes de ese momento, el Sucesor de Pedro había mantenido una reunión privada, de casi media hora, con el Secretario General de las Naciones Unidas, el surcoreano Ban Ki-moon. Tras este encuentro, Benedicto XVI estampó su firma en el Libro de Oro de las Naciones Unidas, como símbolo del valor de su presencia y sus palabras. También de manos de Ban Ki-moon recibió una colección de sellos conmemorativos de su visita. Aquellos, sin embargo, no eran más que los preámbulos, pues la visita del Vicario de Cristo a la Asamblea General de la ONU tenía por objetivo la exposición de un mensaje claro y contundente, que iluminase la política internacional contemporánea, a la luz de criterios evangélicos. Pasaban ya las once de la mañana en Nueva York, cuando Benedicto XVI subió a la tribuna de oradores de la ONU. Era el tercer Pontífice en la Historia que lo hacía. Las cámaras de fotos cesaron en sus flashes y los presentes guardaron silencio. El Papa empezó a hablar… En estas páginas ofrecemos los fragmentos más destacados de su discurso.

1
«Inconcebible que los creyentes tengan que suprimir su fe para ser ciudadanos»

«Obviamente, los derechos humanos deben incluir el derecho a la libertad religiosa, entendido como expresión de una dimensión que es, al mismo tiempo, individual y comunitaria, una visión que manifiesta la unidad de la persona, aun distinguiendo claramente entre la dimensión de ciudadano y la de creyente (…). Es inconcebible, por tanto, que los creyentes tengan que suprimir una parte de sí mismos —su fe— para ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos. Los derechos asociados con la religión necesitan protección, sobre todo si se los considera en conflicto con la ideología secular predominante, o con posiciones de una mayoría religiosa de naturaleza exclusiva. No se puede limitar la plena garantía de la libertad religiosa al libre ejercicio del culto, sino que se ha de tener en la debida consideración la dimensión pública de la religión y, por tanto, la posibilidad de que los creyentes contribuyan a la construcción del orden social. (…). El rechazo a reconocer la contribución a la sociedad que está enraizada en la dimensión religiosa y en la búsqueda del Absoluto —expresión por su propia naturaleza de la comunión entre personas— privilegiaría efectivamente un planteamiento individualista y fragmentaría la unidad de la persona».

2
«La falta de intervención internacional es lo que causa un daño real»

«Todo Estado tiene el deber primario de proteger a la propia población de violaciones graves y continuas de los derechos humanos, como también de las consecuencias de las crisis humanitarias, ya sean provocadas por la naturaleza o por el hombre. Si los Estados no son capaces de garantizar esta protección, la comunidad internacional ha de intervenir con los medios jurídicos previstos por la Carta de las Naciones Unidas y por otros instrumentos internacionales. La acción de la comunidad internacional y de sus instituciones, dando por sentado el respeto de los principios que están a la base del orden internacional, no tiene por qué ser interpretada nunca como una imposición injustificada y una limitación de soberanía. Al contrario, es la indiferencia o la falta de intervención lo que causa un daño real. Lo que se necesita es una búsqueda más profunda de los medios para prevenir y controlar los conflictos, explorando cualquier vía diplomática posible y prestando atención y estímulo también a las más tenues señales de diálogo o deseo de reconciliación».

3
«A menudo la legalidad prevalece sobre la justicia»

«La experiencia nos enseña que, a menudo, la legalidad prevalece sobre la justicia cuando la insistencia sobre los derechos humanos los hace aparecer como resultado exclusivo de medidas legislativas, o decisiones normativas tomadas por las diversas agencias de los que están en el poder. Cuando se presentan simplemente en términos de legalidad, los derechos corren el riesgo de convertirse en proposiciones frágiles, separadas de la dimensión ética y racional, que es su fundamento y su fin. Por el contrario, la Declaración Universal ha reforzado la convicción de que el respeto de los derechos humanos está enraizado principalmente en la justicia que no cambia. Esta intuición fue expresada, en el siglo V, por Agustín de Hipona, uno de los maestros de nuestra herencia intelectual. Decía que la máxima no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti, en modo alguno puede variar, por mucha que sea la diversidad de las naciones».

4
La subordinación internacional «a las decisiones de unos pocos»

«Las Naciones Unidas encarnan la aspiración a un grado superior de ordenamiento internacional, (…) capaz de responder a las demandas de la familia humana mediante reglas internacionales vinculantes, y estructuras capaces de armonizar el desarrollo cotidiano de la vida de los pueblos. Esto es más necesario aún en un tiempo en el que experimentamos la manifiesta paradoja de un consenso multilateral que sigue padeciendo una crisis a causa de su subordinación a las decisiones de unos pocos, mientras que los problemas del mundo exigen intervenciones conjuntas por parte de la comunidad internacional. (…) Pienso en aquellos países de África y de otras partes del mundo que permanecen al margen de un auténtico desarrollo integral, y corren por tanto el riesgo de experimentar sólo los efectos negativos de la globalización. En el contexto de las relaciones internacionales, es necesario reconocer el papel superior que desempeñan las reglas y las estructuras intrínsecamente ordenadas a promover el bien común y, por tanto, a defender la libertad humana. Dichas reglas no limitan la libertad. Por el contrario, la promueven».

5
«Nunca se requiere optar entre ciencia y ética»

«En nombre de la libertad debe haber una correlación entre derechos y deberes, por la cual cada persona está llamada a asumir la responsabilidad de sus opciones. Aquí, nuestro pensamiento se dirige al modo en que a veces se han aplicado los resultados de los descubrimientos de la investigación científica y tecnológica. No obstante los enormes beneficios que la Humanidad puede recabar de ellos, algunos aspectos de dicha aplicación representan una clara violación del orden de la creación, hasta el punto en que, no solamente se contradice el carácter sagrado de la vida, sino que la persona humana misma y la familia se ven despojadas de su identidad natural. (…) Esto nunca requiere optar entre ciencia y ética: se trata más bien de adoptar un método científico que respete realmente los imperativos éticos».

6
«La ley natural está inscrita en el corazón del hombre»

«Este año se cumple el 60º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. El documento fue el resultado de una convergencia de tradiciones religiosas y culturales, todas ellas motivadas por el deseo común de poner a la persona humana en el corazón de las instituciones, leyes y actuaciones de la sociedad, y de considerar a la persona humana esencial para el mundo de la cultura, de la religión y de la ciencia. (…) La universalidad, la indivisibilidad y la interdependencia de los derechos humanos sirven como garantía para la salvaguardia de la dignidad humana. (…) Estos derechos se basan en la ley natural inscrita en el corazón del hombre y presente en las diferentes culturas y civilizaciones. Arrancar los derechos humanos de este contexto significaría restringir su ámbito y ceder a una concepción relativista, según la cual el sentido y la interpretación de los derechos podrían variar, negando su universalidad en nombre de los diferentes contextos culturales, políticos, sociales e incluso religiosos».

7
La Iglesia, a disposición de la ONU

«Las Naciones Unidas siguen siendo un lugar privilegiado en el que la Iglesia está comprometida a llevar su propia experiencia en humanidad, desarrollada a lo largo de los siglos entre pueblos de toda raza y cultura, y a ponerla a disposición de todos los miembros de la comunidad internacional».

8
Estrategia contra las desigualdades

«La promoción de los derechos humanos sigue siendo la estrategia más eficaz para extirpar las desigualdades entre países y grupos sociales, así como para aumentar la seguridad. (…) El bien común que los derechos humanos permiten conseguir no puede lograrse simplemente con la aplicación de procedimientos correctos ni tampoco a través de un simple equilibrio entre derechos contrapuestos. La Declaración Universal fue adoptada como un ideal común y no puede ser aplicada por partes separadas, según tendencias u opciones selectivas que corren simplemente el riesgo de contradecir la unidad de la persona humana y por tanto la indivisibilidad de los derechos humanos».