El magisterio del Papa Benedicto XVI ha expresado su concepción del ministerio petrino: lo ha vivido como un siervo humilde que carga sobre sus hombros el peso del servicio a la Iglesia, y ha renunciado, con un gesto sorprendente y audaz, cuando le han faltado las fuerzas.
Su doctrina ofrece un testimonio continuo sobre la apertura de la razón humana, en la búsqueda constante de la verdad para vivir en libertad y hacer el bien. Así lo ha reiterado al dialogar con las culturas, con la ciencia, con las religiones del mundo. Su estima de la razón le ha permitido incorporar al magisterio términos de la reflexión contemporánea: «acontecimiento» adquiere un significado doctrinal novedoso, y «valor performativo» del lenguaje se utiliza para explicar la acción de la Palabra de Dios y los sacramentos. Esa misma sensibilidad hace que, en los textos magisteriales, aparezcan interlocutores como Nietzsche u otros pensadores lejanos de la fe. Pero además ha mantenido intercambios epistolares y encuentros con representantes de la cultura contemporánea, igualmente alejados.
Quaerere Deum ha sido un eje del pontificado. Ante la exigencia del corazón humano de encontrar un sentido de la vida, anuncia que Dios ha venido a nuestro encuentro, como lo único necesario para una vida plenamente humana, un Dios que es amor (Deus caritas est) y que es, a la vez, el motivo último de la esperanza (Spe salvi) y el impulsor de una civilización del amor y de la verdad (Caritas in veritate). Los documentos conectan el anuncio cristiano con los problemas de hoy: la secularización de las culturas, la secularización interna de la Iglesia, la crisis antropológica y las problemáticas ambiental y social, la comprensión justa de la política, temas en los que encuentra continuidad durante el pontificado de Francisco.
Sin duda, una de las novedades de su enseñanza es la magna obra sobre Jesús de Nazaret. En sentido estricto no puede considerarse un texto magisterial, sino una obra teológica de un doctor privado. Pero es cierto que, al haber sido escrita durante el ejercicio del pontificado, con voluntad de enseñar sobre el núcleo de la fe que es el misterio de Jesucristo, y dirigida a todos los hombres, ha tenido un impacto teológico, educativo, catequético y kerigmático excepcional. Es un magnífico botón de muestra de la sensibilidad del Papa alemán y de su pasión por ofrecer un testimonio sobre Jesús, al mismo tiempo arraigado en la tradición bíblica y patrística y abierto a la exégesis contemporánea.
Un rasgo inconfundible del pontificado es la preocupación por la hermenéutica adecuada del Concilio Vaticano II, así como su desarrollo mediante una dinámica de reforma basada en la Revelación y la vida sacramental (Verbum Domini, Sacramentum Caritatis). Benedicto XVI se erige como uno de los grandes intérpretes de la renovación conciliar y de la profundización del Vaticano II, que sigue abierta a un desarrollo fecundo para el anuncio misionero a los hombres de nuestro tiempo.