El jesuita alegre que sabía sacar lo mejor de cada persona
El cardenal Osoro y el secretario general de Instituciones Penitenciarias presentan el 23 de septiembre en Alfa y Omega un libro sobre la historia de la Fundación Padre Garralda-Horizontes Abiertos
Debía haberse llamado 40, no 41 años abriendo horizontes, pero se cruzó por medio en el verano de 2018 la muerte de Jaime Garralda, a los 96 años. Por eso se añadieron al libro algunos capítulos sobre la vida de este carismático jesuita: su noviciado en Granada, donde dejó ya claro a todos que su destino no iba a ser pasar discretamente por la vida; el envío a Panamá, donde el mismo presidente de la República movería un año más tarde infructuosamente todos sus hilos para que la Compañía de Jesús prorrogara la estancia del entonces joven sacerdote; el trabajo con las viudas… Hasta llegar a la chabola en Palomeras Altas (Madrid) y, de rebote, a la cárcel, en los duros años de la heroína y los inicios de la epidemia del sida.
En 1978 comienza la historia de la que hoy se llama Fundación Padre Garralda-Horizontes Abiertos. En estos más de 40 años, la ONG ha ayudado a reinsertarse a más de 40.000 personas, y ha revolucionado el sistema penitenciario español, desempeñando un papel decisivo en el acompañamiento a mujeres presas con sus bebés o en la aprobación de la excarcelación por motivos humanitarios. También ha impulsado los programas de reinserción social, una labor que Garralda comenzó de forma muy precaria, ofreciendo su chabola a reclusos sin un lugar al que salir para disfrutar de sus permisos.
Ángel Luis Ortiz, secretario general de Instituciones Penitenciarias, y el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, presentan el lunes 23 de septiembre, víspera de Nuestra Señora de la Merced, el libro editado por la Fundación Padre Garralda-Horizontes Abiertos para conmemorar sus primeras cuatro décadas de vida. Intervendrán también la cofundadora, María Matos; Rocío, que acaba de terminar su proceso en el Centro de Rehabilitación de Las Tablas (Madrid), y Luis Pérez del Val, en representación de los 1.000 voluntarios con los que cuenta hoy la organización, además del autor, el periodista Fernando Rodríguez López de Andújar. El acto se celebrará a las 19:30 horas en el salón de actos de Alfa y Omega.
Fue un libro de encargo; el autor confiesa que «yo pasaba por ahí», pero pronto acabaría «enganchado a la causa». De hecho, ha renunciado a los derechos de autor.
Jame Garralda era «una persona muy humilde». «Cuando le preguntabas, decía que él en realidad no había vivido su vida, sino que se había dejado de Dios la viviese. Era un hombre profundamente creyente convencido de que su sitio estaba con los marginados. Decía: “A mí no me envió Dios a evangelizar beatas”».
A la vez ejercía «un magnetismo brutal sobre las personas». El libro está salpicado por decenas de testimonios de conocidas personalidades del mundo político y empresarial. De la responsable de Prisiones de Rodríguez Zapatero, Mercedes Gallizo, a los populares Esperanza Aguirre o Jaime Mayor Oreja, pasando por Isidoro Fainé, José Ignacio Goiriglzarri o Alicia Koplowitz.
«Todos ellos señalan que era imposible no dejarse liar por él», dice Rodríguez López de Andújar. Lo resume bien el relato de Alberto Ruiz Gallardón, expresidente de la Comunidad de Madrid y exalcalde de la capital. «Siempre, siempre, siempre, era capaz de convencerte de lo que a ti te parecía imposible». «No podías tener una conversación con él sin que después te plantearas: “tengo que hacer algo más” porque este hombre lo está haciendo todo».
Ana Sandoval, asesora técnica de Proyectos Sociales de la Fundación Real Madrid, describe al jesuita como «una persona excepcional que hace que los vulgares queramos ser buenos, y los buenos quieran ser excepcionales». «Conocerle –añade– me ha cambiado la vida, porque con Jaime se habla de corazón a corazón; en sus ojos no hay prejuicios ni sobreentendidos: te mira de frente, te sonríe y ve dentro de ti, la persona que fuiste, la que eres y la que podrías ser. Y se ríe a carcajadas, con una risa abierta, verdadera y contagiosa. Una risa que borra las nimiedades y las excusas que nos ponemos todos para no levantarnos y ayudarle a cambiar el mundo. Esa energía y ese positivismo son una fuerza que te arrastra y te hace querer ser mejor».