El infierno que viven los haitianos deportados - Alfa y Omega

El infierno que viven los haitianos deportados

República Dominicana lleva años devolviendo en caliente a los haitianos. Las redadas se producen también en sus casas de madrugada y sin una orden judicial

Victoria Isabel Cardiel C.
Un grupo de haitianos frente a la aduana en Dajabón, en el cruce fronterizo entre República Dominicana y Haití
Un grupo de haitianos frente a la aduana en Dajabón, en el cruce fronterizo entre República Dominicana y Haití. Foto: Alfons Cabrera.

Los haitianos desesperados que han huido a República Dominicana de un país en la ruina económica, dominado por la violencia de las pandillas, nunca duermen tranquilos. Los operativos migratorios se realizan también en sus propias casas incluso «noche o de madrugada». Las redadas no avisan y de repente echan abajo la puerta. «Acordonan la zona para asegurarse de pillarlos y, cuando encuentran a un haitiano sin documentación, se lo llevan a la fuerza», asegura Juan Manuel Díaz Parrondo, representante de Cáritas Española en Haití y República Dominicana desde 2011. En los últimos ocho meses la organización católica española ha destinado 150.000 euros en ayudas para atender a los deportados y a las familias desplazadas por la violencia en Puerto Príncipe.

Lleva en la isla desde 1998 y también ha presenciado cómo la Policía y los militares persiguen a los haitianos por la calle. «Es muy traumático. Sus familias se enteran de que los han deportado porque ven que no regresan», asegura. República Dominicana, la vecina próspera y segura, lleva años devolviendo en caliente a los inmigrantes, pero ahora estos operativos de detención se han multiplicado con el amparo gubernamental y social. En octubre, el presidente dominicano, Luis Abinader, avaló una política de migración más estricta. Según datos de la Dirección de Migración en 2024, más de 276.000 haitianos con estatus irregular fueron devueltos a su país. Tras interceptarlos son transportados al único centro de detención en Santo Domingo, un antiguo centro vacacional del Gobierno reconvertido en un presidio. De ahí, los suben como si fueran ganado a un camión «sin asientos y con rejas» que ellos llaman «guaguas-cárceles». El destino final es Dajabón o Comendador, dos de los cuatro pasos fronterizos oficiales —se calcula que hay más de 90 puntos porosos sin control— que salpican los 376 kilómetros de frontera. Las condiciones del viaje que, desde la capital hasta Dajabon puede durar más de seis horas, son deplorables. «He visto salir convoyes de nueve camiones repletos de migrantes uno detrás de otro», explica Díaz Parrondo.

Con todo, las deportaciones masivas son solo el último paso de un goteo de medidas para frenar en seco la llegada de haitianos. En 2010 se estableció que los nacidos en territorio dominicano, hijos e hijas de personas en situación irregular, no adquiriesen la nacionalidad dominicana. Tres años después, el Tribunal Constitucional interpretó esta reforma de forma retroactiva y la impuso para todos los nacimientos ocurridos entre 1929 y 2010. Las autoridades cancelaron de la noche a la mañana la documentación de cientos de personas que quedaron desamparadas. «Esta decisión ha privado a miles de dominicanos de ascendencia haitiana de su única nacionalidad, convirtiéndolos en apátridas», asegura Roudy Joseph, portavoz del colectivo HaitianosRD. La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha condenado dos veces a República Dominicana por la privación arbitraria de la nacionalidad a personas con ascendencia haitiana. Esta organización también ha documentado varios casos de violaciones a los derechos humanos en los procesos de deportación a Haití. «Las redadas se producen sin orden judicial ni presencia de fiscales y, en ocasiones, también participan civiles radicalizados en una agitación xenófoba», denuncia. Desde abril están investigando el supuesto homicidio de Dorcan Fritznel, un haitiano de 38 años que falleció durante un operativo migratorio.

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