El «infierno» de los misioneros salesianos en Haití - Alfa y Omega

El «infierno» de los misioneros salesianos en Haití

Los misioneros salesianos en Haití denuncian la terrible situación en el país después de que el líder pandillero Barbecue ayudase a 3.696 reos a escapar de prisión

Victoria Isabel Cardiel C.
Personas que huyeron de la violencia reciben comidas en una escuela que se utiliza como refugio en Puerto Príncipe (Haití)
Personas que huyeron de la violencia reciben comidas en una escuela que se utiliza como refugio en Puerto Príncipe (Haití). Foto: Reuters / Ralph Tedy Erol.

«La situación en Haití es caótica. No hay palabras para describirla. Estamos viviendo un infierno», explican los misioneros salesianos que siguen trabajando en el país a pesar de la crisis de seguridad que obligó al Gobierno a declarar a principios de marzo el estado de urgencia e imponer el toque de queda en gran parte del territorio.

«Las comunidades salesianas están bien, pero no podemos desarrollar ninguna actividad desde el jueves pasado, cuando se inició esta situación», añaden los misioneros en un comunicado de la entidad religiosa. El jueves pasado el primer ministro, Ariel Henry, que sigue fuera del país, comunicó el compromiso de celebrar elecciones a más tardar en agosto de 2025. Un anuncio al que siguieron los asaltos de las bandas criminales que siguen sembrando el terror en el país caribeño y cuyo objetivo era derrocar a Henry. «Las bandas están saqueando las comisarías de policía y todo lo que encuentran a su paso, los negocios, los comercios… quieren tomar el Palacio Nacional, el aeropuerto», explican.

En la capital, Puerto Príncipe, no cesan los tiroteos entre bandas con la policía. Además los secuestros son el pan de cada día de los religiosos que viven en Haití. «Hace unos días secuestraron a tres religiosas que estaban en su casa», señalan los Salesianos desde Haití.

Además, «ya están empezando a escasear, sobre todo en Puerto Príncipe, el agua potable, alimentos y productos básicos. Es todo muy triste. Tampoco hay posibilidad de moverse. No se puede salir ni por tierra ni por aire. Vivimos como si fuera una cárcel», alertan los misioneros.