La flor de lis, el icono más antiguo
En la cripta-parroquia de la catedral de la Almudena se conserva, desde su inauguración en el año 1911, la pintura conocida como La flor de lis, por tener la imagen de la Virgen dicha flor en su mano. Se puede decir que es la representación de María más antigua que se conserva en la capital.
La tradición cuenta que, habiendo reconquistado el rey Alfonso VI el entonces pequeño Madrid en el año 1083, y tras volver a cristianizar la antigua iglesia convertida en mezquita, al estar escondida la imagen de Santa María en lugar desconocido, el rey mandó pintar una imagen de la Virgen con el Niño que la sustituyese para la veneración del pueblo. Así fue hasta que, en el año 1085, al volver victorioso el rey tras la toma de Toledo, se encontró la imagen de Santa María en la muralla. Volvió a ser entronizada en su templo y quedó tapada la pintura de La flor de lis.
Algunas teorías explican que el autor de la imagen se inspiro en la reina Constanza, esposa de Alfonso VI y de origen francés, motivo por el que tenía consigo la flor de lis. Otros aluden a la pureza de María. A sus pies está la cruz de consagración del templo, aunque con una forma parecida a la de Calatrava. También podría ser que estos caballeros ayudasen en la conquista y dejaran la cruz a los pies de la Virgen.
En el año 1623 la reina Isabel de Borbón, antes de dar a luz a la infanta Margarita, acudió a rezar ante la Almudena y decidió trasladar la imagen al altar mayor. Al ir a adecuar el lugar, se descubrió la imagen de La flor de lis pintada en el muro, donde permaneció hasta 1638, año en que Felipe IV hizo el gran retablo a la Almudena. El trozo de muro con la imagen pintada fue trasladado a la capilla bautismal, donde permaneció hasta 1834, cuando se creó la Congregación de Jardineros y la hicieron altar propio. En el año 1868, en el que se derriba el templo, la imagen fue trasladada junto con la Almudena a la iglesia de las religiosas cistercienses en la calle Mayor, y de allí volvió a la cripta de la catedral. Hoy en día podemos verla en todo su esplendor en la cripta, donde se le celebra una Misa mensual. Hasta hace muy pocos años se encontraban las paredes junto a su altar llenas de exvotos de cera (manos, pies ojos, cabezas…), como testimonio de tantos favores recibidos por su intercesión.