El Hospital Isabel Zendal acoge su primera Misa
«Nos quisimos acordar de todas las personas que habían muerto allí durante la pandemia», asegura Javier Martín, que fue el encargado de celebrar la Eucaristía
Cuando el Hospital Enfermera Isabel Zendal abrió sus puertas, a finales de aquel fatídico 2020, sus capellanes ya quisieron organizar una primera Misa en el centro, pero no fue posible. «Vivíamos el pico de la pandemia, todo el mundo estaba por aquí con los respiradores y en la capilla no había posibilidad de enchufarlos», recuerda Javier Martín Langa, uno de los capellanes.
Pero con el tiempo, y la claudicación del coronavirus, el hospital ha visto modificadas sus funciones. Ahora se ha convertido en una especie de centro rehabilitación, lo que ha posibilitado la organización de una primera Eucaristía. Esta tuvo lugar el sábado 18 de junio por la tarde para que los pacientes que lo desearan pudieran cumplir con el precepto dominical. Y lo podrán hacer, a partir de ahora, cada semana, porque «la idea es poder celebrarla todos los sábados. Esa es la intención».
A la Misa acudieron cerca de 15 personas. Tuvo lugar en una zona más pública donde se han hecho otros actos, y no en el oratorio. «La capilla está en una sala un poco fría de no sé qué piso, así que propusimos celebrarla en uno de los pasillos más públicos y nos dijeron que sí. La idea era que nos vieran celebrando la Eucaristía y que la gente se acercara, aunque fuera por curiosidad», asegura Marín Langa, que fue el encargado de presidir la celebración.
Uno de los momentos más especiales, junto con el de la consagración –era la primera vez que el Señor bajaba al pan y al vino desde el hospital–, fue el memento de vivos, «en el que pedimos por todos los enfermos, los familiares que les están cuidando y por el personal sanitario y no sanitario del hospital»; y el memento de difuntos, «en el que nos quisimos acordar de todas las personas que habían muerto allí durante la pandemia», asegura el sacerdote.
Una vez concluida la Misa, Javier Martín no tuvo reparos en ayudar a los celadores a llevar a los enfermos a sus habitaciones. «La gente se quedaba impactada de ver un cura vestido con la casulla llevando a un paciente en su silla de ruedas», incluso «hubo quien me paró para pedirme un selfi. Tengo algunos chulísimos», asegura con gracia el sacerdote, que también es vicario parroquial en San Antonio de las Cárcavas-Valdebebas.