El grito incansable del Santo Padre por la paz - Alfa y Omega

El grito incansable del Santo Padre por la paz

En el encuentro con el clero en la catedral de Ajaccio les ha instado a «no tener miedo de cambiar y revisar los viejos esquemas, de renovar el lenguaje de la fe, porque la misión no es cuestión de estrategias humanas»

Ester Medina
Francisco durante el encuentro mantenido este domingo con sacerdotes, obispos y consagrados en la catedral de Ajaccio (Córcega). Foto: Vatican Media / Divisione Foto.

Tras haber participado en la clausura del congreso sobre La religiosidad popular en el mediterráneo, la segunda parada del Papa Francisco en la isla de Córcega ha tenido lugar en la catedral de Santa María de la Asunción de Ajaccio. En ella, el Pontífice ha tenido un encuentro con sacerdotes, seminaristas y religiosos, a los que les ha dirigido unas palabras antes del rezo mariano del Ángelus.  

En este breve discurso, Francisco ha vuelto a hacer un llamamiento urgente e incansable por la paz en el mundo: «Desde esta isla del Mediterráneo, elevemos a la Virgen María la súplica por la paz para todas las tierras que circundan este mar, especialmente para Tierra Santa, donde María dio a luz a Jesús. Paz para Palestina, Israel, el Líbano, Siria y para todo Oriente Medio. Paz para Myanmar, el pueblo ucraniano y el ruso. ¡Son hermanos, que se entiendan con la paz!». Además, el Papa ha vuelto a recordar que «la guerra es siempre una derrota», incluyendo también las pequeñas guerras en las comunidades religiosas y en las parroquias.  

«En el contexto europeo en el que nos encontramos no faltan problemas y desafíos relacionados con la transmisión de la fe, y ustedes lo experimentan cada día, descubriéndose pequeños y frágiles», ha admitido Francisco ante el clero presente en el templo. «Los ambientes en los que trabajan no siempre se muestran favorables para acoger el anuncio del Evangelio». 

Ante esto, el Santo Padre ha aclarado que «esta pobreza es una bendición porque nos despoja de la pretensión de querer ir por nuestra cuenta», recordando que el centro no somos nosotros sino Dios. En este sentido, ha instado a los presentes a plantearse «cómo estoy viviendo mi sacerdocio, mi consagración, mi discipulado» y les ha recomendado cuidar tanto de sí mismos como de los demás, porque «no se vive de rentas con el Señor», sino que ese compromiso y alegría debe renovarse cada día.  

Francisco ha aterrizado estos consejos en pequeñas acciones del día a día, como cuidar los momentos en soledad, tener alguien de confianza con quien compartir lo que hay en el corazón, o cultivar algo que nos apasione, «no para pasar el tiempo libre, sino para descansar de manera sana de las fatigas del ministerio, que es duro y cansa». Asimismo, ha instado a «cuidar la fraternidad» entre el propio clero y no perder el sentido del humor.  

«No tengan miedo de cambiar, de revisar los viejos esquemas, de renovar el lenguaje de la fe, porque la misión no es cuestión de estrategias humanas, es principalmente cuestión de fe y pasión por el Evangelio y por el Reino de Dios», ha señalado Francisco, que ha finalizado su intervención con una petición: «Por favor, perdonen todo, y perdonen siempre y no torturen a las personas cuando se vayan a confesar».