El gran salto - Alfa y Omega

«El Papa sufre» por ciertas actitudes extendidas en Alemania contra el magisterio en la Iglesia. Es una confesión al semanario Die Zeit del nuncio, el arzobispo suizo Jean-Claude Périsset. Los tópicos de contestación son recurrentes: la comunión de los divorciados vueltos a casar por lo civil, el celibato, la ordenación de mujeres, la presencia de laicos en las burocracias eclesiales… Son síntomas de nerviosismo ante una situación ambiental complicada: «Decimos cosas que la gente ya no comprende», reconoce el Nuncio. Faltan vocaciones. Y cunde el pánico. Se intenta negociar una tregua con el espíritu de los tiempos.

Muchos de los impulsores de estas iniciativas desean realmente el bien de la Iglesia. Lo que les distancia es la idea de que hoy es irrealizable buena parte de la doctrina católica, sobre todo en lo que respecta a los jóvenes. Oyen palabras de ortodoxia, y piensan: ¡palabrería! Se escandalizan. El alemán es hombre de palabra y ama la concreción. Otros prefieren los grandes discursos, pero luego incumplen; el alemán se vanagloria, en cambio, de prometer sólo lo que está en su mano garantizar. Y ahí reside el problema… También el Papa es alemán, y también él se escandaliza por el escándalo de la hipocresía. Pero una y otra vez les recuerda a esos cristianos abrumados por las dificultades que la Iglesia no es obra de los hombres. Es necesario dejar a Dios actuar, y eso requiere conversión; fiarse de Él. Es preciso dar un salto, aunque no veamos ninguna red debajo, escribe en la Carta apostólica Porta Fidei: «La fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios».